lunes, 18 de junio de 2007

La desigualdad de los hombres


Reseña escrita para la materia "Fundamentos de teoría política" en 2006

Autor: ROUSSEAU, Jean J.
Título: "Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres"
Edición: R. P. Centro Editor de Cultura: Ediciones Libertador, 2006, Argentina

¿Qué es lo que hace que los hombres sean desiguales? ¿Por qué unos son más ricos, más respetados y más poderosos que otros? ¿Es esto algo natural en el hombre o, por el contrario, proviene de la sociedad civil de la que forma parte? Estos son los interrogantes a los que Rousseau intenta dar respuesta a lo largo de su obra titulada "Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres". Para esto, el autor despliega su argumentación dividiendo su escrito en dos partes. La primera se ocupa de abordar como es (o era) el hombre en el estado natural es decir, en la etapa anterior a la instauración de la sociedad civil. En la segunda parte, Rousseau indaga sobre la transformación que lleva al ser humano del estado natural a la sociedad civil señalando, a su vez, que es en esta última donde reside la fuente de la desigualdad entre los hombres. Sin embargo, Rousseau encuentra, entre el estado natural y la sociedad civil, un estadio intermedio que ubica como la época más dichosa para los hombres.
En la primera parte de la obra Rousseau plantea como es la naturaleza humana anterior al establecimiento de la sociedad civil y encuentra, como primera aproximación, que no hay nada que permita definirla o caracterizarla a priori. Esto implica que, de acuerdo al autor, no puede suponerse el hombre en el estado natural como bueno, malo o egoísta es decir, no es posible concebir al hombre primitivo de igual manera que al hombre civilizado. Lo único que puede afirmarse acerca del hombre en estado natural, según Rousseau, es que comparte muchas de las características propias del resto de las especies animales y, por esto, vive de manera inocente y feliz. De este modo, el hombre del estado natural es un ser menos fuerte y menos ágil, que algunos de los otros animales pero, a la vez, más fuerte y más ágil que el hombre de la sociedad civil. El hombre del estado natural, satisface sus necesidades de igual manera que el resto de las especies animales y, por este mismo motivo, sus deseos no se alejan de sus necesidades físicas más inmediatas. También, de acuerdo a esto, los únicos bienes que posee son alimentos, una hembra y reposo, mientras que los únicos males a los cuales teme son el hambre y el dolor. Esta poca o escasa diferenciación entre el hombre y los animales, propia del estado natural, es lo que, para Rousseau, permite que aquel no sea ni bueno ni malo y, por lo tanto, no tenga vicio ni tampoco virtud, salvo la piedad. Esta virtud, en la visión del autor, es compartida, por el hombre, con el resto de las especies animales y sirve para la conservación de la especie humana. Por consiguiente, la imagen que Rousseau presenta del ser humano en el estado natural es de simpleza y uniformidad y, más concretamente, de igualdad en el sentido de que todos los hombres viven de igual manera: se nutren de los mismos alimentos, hacen y quieren las mismas cosas. Así, las únicas diferencias posibles entre los individuos son aquellas instituidas por la propia naturaleza tales como la edad, la salud y las fuerzas corporales.
Por otra parte, Rousseau hace hincapié en señalar la libertad como un elemento clave del cual es dueño el hombre del estado natural. Además la libertad del hombre en el estado de naturaleza, lo distingue no sólo de las demás especies animales sino también del hombre de la sociedad civil. El hombre, en el estado natural, es libre, sostiene Rousseau, ya que puede elegir entre someterse o resistir. Yendo a un ejemplo concreto, expuesto por el autor, ante la amenaza que le presentan otros animales el ser humano puede optar entre huir o luchar.
Ahora bien ¿Cuál es la necesidad de que el hombre salga del estado natural para formar la sociedad civil? Ninguna parece decir Rousseau o, al menos, es lo que se desprende de su argumentación. En efecto, el autor sostiene que nada hay de obligatorio o forzoso en el hecho de que los hombres se asocien y, mas precisamente, no hay ningún móvil que lleve a los hombres a instituir la sociedad civil. Una muestra clara de esto la da Rousseau al referirse al lenguaje ya que sostiene que no está definida la cuestión en torno a si este precedió a la sociedad o si, por el contrario, esta es la que dio origen a aquel. Por lo tanto, el pasaje del estado natural a la sociedad civil ocurre, para Rousseau, de manera contingente o, en palabras de él, debido al “concurso fortuito de diferentes causas externas que podían no haber nacido nunca y sin las cuales el hombre natural hubiera permanecido eternamente en su condición primitiva” .
En la segunda parte de la obra el autor trata que es lo ocurre a medida que el hombre sale del estado natural para entrar en la sociedad civil o, dicho en otros términos, a medida que se civiliza. El avance progresivo que marca la salida del hombre del estado natural tiene como consecuencia, en la perspectiva de Rousseau, la aparición de la propiedad, el amor conyugal y paternal, la vanidad, el desprecio así como también de la vergüenza y la envidia en detrimento de la felicidad e inocencia (propias del hombre en el estado natural). Lo que marca la aparición de tales rasgos en la conducta del ser humano es la introducción de la moralidad en las acciones humanas, dirá Rousseau. Esto establece en los hombres una distinción entre ser y parecer que da origen a vicios tales como la ostentación y el engaño. Sin embargo, la cuestión central es que la salida del estado natural conlleva la pérdida de la libertad natural humana. El autor explica esto exponiendo que el avance de la civilización da surgimiento a nuevas necesidades y, principalmente, a la propiedad. Esta, como ya se dijo mas arriba, surge de manera contingente, casual a partir de la ventaja que empiezan a sacarse unos individuos sobre otros. Así es como sostiene Rousseau que la aparición de vicios en la conducta humana, las múltiples nuevas necesidades del hombre, sumadas a la propiedad hacen que no sólo desaparezca la libertad sino que también, irrumpa una desigualdad que no estaba presente en el estado natural. Esta desigualdad, denominada por Rousseau “moral o política” brota del advenimiento de la sociedad civil y se liga directamente a ella. Como consecuencia de esto la desigualdad se legitima por medio de la institución del derecho de propiedad y del establecimiento de la ley. Es así que de la usurpación de algunos se crea y cristaliza un derecho que aparece como irrevocable. De este modo, afirma el autor, es como los hombres dejan de ser libres e independientes para estar sujetos los unos a los otros ya sea como señores o como esclavos.
El objetivo político que se recoge en esta obra, a partir de la exposición del autor, es que no puede sostenerse que la sociedad civil y el estado sean algo natural o divino. Tampoco responden a una necesidad concreta a la que dan solución (como podrían ser la conservación de la vida o la propiedad). Por el contrario ambos son artificiales es decir, creados por el propio devenir del hombre y de manera contingente. Esto implica pensar en que la sociedad civil, el estado y, más genéricamente, podríamos decir el modo en el que el hombre vive son ilegítimos ya que no están fundados en un orden natural, divino o necesario. La conclusión directa que puede derivarse de tales supuestos es que Rousseau deja planteado que es posible que los hombres conformen una nueva sociedad civil en la que no impere la desigualdad (o al menos, no de una manera tan profunda que corrompa a los individuos) y se recupere (y garantice) la libertad propia del estado natural así como también, por esta vía, la felicidad.

domingo, 17 de junio de 2007

Platón vs. Aristóteles


¿Por qué nunca Aristóteles estará de acuerdo con la idea de Platón de que la ciudad debe ser gobernada por los filósofos?

Introducción
Aristóteles nunca estará de acuerdo con la idea de Platón de que la ciudad debe ser gobernada por los filósofos debido a que éste último sostiene un dualismo en su concepción política y, en términos generales, en todo su pensamiento filosófico, al que Aristóteles no adhiere al menos, en principio, de manera directa. Esto es lo que se intentará dilucidar en las líneas subsiguientes a partir de hacer una breve presentación del planteo político de Platón el cual, a continuación, será contrastado con el de Aristóteles.

El “dualismo” de Platón
El dualismo de Platón parte de la diferenciación clara y tajante entre el mundo de las cosas sensibles (donde todo es aparente, cambiante y confuso) y el mundo ideal o de las formas. En éste, de acuerdo a Platón, se encuentra la esencia inmutable de las cosas, lo permanente y lo que existe por sí mismo (ideas o formas) es decir, lo verdadero y mas próximo al Bien. Esta dualidad, que Platón establece en el plano gnoseológico, aparece también cuando centra su atención en la relación entre la filosofía y la sociedad, distinguiendo a los filósofos del resto de los hombres o, más exactamente, ciudadanos de la polis. Platón señala en el Libro VI de “La República” cuales son los rasgos, características o cualidades (virtudes) que posee un filósofo: “son filósofos aquellos capaces de comprender lo que existe siempre de una manera inmutable y no lo son aquellos que no pueden alcanzar este conocimiento y oscilan sin cesar entre lo múltiple y cambiante.” De este modo nos encontramos por un lado, con la figura del filósofo como un individuo que posee el conocimiento (episteme) y es por esto el único que puede acceder a lo que existe de modo permanente y perfecto o sea, el único que puede contemplar las esencias del mundo de las formas y establecer con claridad (por medio de su voz) que es lo justo, lo bello y lo bueno. Además, indica Platón, el filósofo tiene una conducta moderada y mesurada en sus deseos e impulsos, desprendiéndose así de los placeres mundanos y alejándose de todas las causas de corrupción. Platón advierte que el número de filósofos en la polis es escaso y no es por lo tanto, algo que practique la masa de la polis o el vulgo. Por otro lado, aparece el ciudadano no filósofo como aquel individuo que se desenvuelve en el ámbito de la opinión (doxa) y por consiguiente, alejado del episteme o verdadero saber. Se detiene así en las apariencias es decir, en el mundo de las cosas sensibles donde todo es cambiante, contradictorio y confuso. Por otra parte, estar alejado de la filosofía (del Bien dirá Platón) es estar cerca de la sed de riquezas, de los placeres corporales y de las causas de corrupción. El ciudadano no filósofo constituye la figura predominante dentro de la polis ya que existe en mayor número y da lugar así al vulgo o “populacho” que, a diferencia del filósofo, no tiene voz sino solamente ruge (al igual que el resto de los animales, los esclavos y las mujeres).
Del “dualismo” a las paradojas
De acuerdo con Wolin, el pensamiento político de Platón está atravesado por dos paradojas que, inferimos aquí, se desprenden del dualismo o separación en dos mundos señalada anteriormente. La primera paradoja está vinculada al hecho de que, a pesar de ser Platón el primer pensador en establecer el ámbito de “lo político” como algo (no regido por leyes naturales o divinas) sino propio y constitutivo de la vida de los ciudadanos en la polis, se niega a la actividad política como tal. “La debilidad fundamental de la filosofía política consistía en no lograr establecer una relación satisfactoria entre la idea de lo político y la idea de la actividad política” afirma Wolin. Así, vemos que Platón hace una ruptura entre orden y acción ligando el primero al nivel del episteme y la segunda al de la doxa en lo que resulta ser, siguiendo a Wolin, “una ciencia enfrentada con su objeto.” Esto conduce a pensar en que Platón descubre la esfera de “lo político” como algo específico, que garantiza un orden para la vida social en la polis pero que niega, a la vez, lo que en todo caso haría posible ese orden que es la acción de los ciudadanos o sea, la actividad política.
En segundo término, Platón sostiene que el mejor gobierno posible para la polis es el de los filósofos ya que estos gobernarían de acuerdo a sus virtudes y no a lo que demandan los ciudadanos (recordémoslo: alejados del Bien). En este sentido, el gobierno de los filósofos sería un nexo o ligazón entre el mundo de las formas y el mundo sensible o entre el Bien y el vulgo. Nos encontramos aquí con la segunda paradoja del pensamiento político de Platón ya que: “el gobernante llegaba a aprender, no observando la política ni actuando en ella, sino por medio de una educación que abarcaba todos los demás temas importantes excepto el político” . Se puede observar en Platón entonces que a pesar de aparecer la figura del gobernante y del arte (habilidad o capacidad) que este debe tener para gobernar, éste último elemento no se liga a la actividad política como tal, sino que se vincula al ámbito de la filosofía. Como consecuencia de este planteo es entendible la oposición, rechazo (y hasta incluso aversión) que manifiesta Platón al hablar de las asambleas de las polis y de la democracia en ebullición por entonces en las calles de la ciudad, donde participan los ciudadanos no filósofos. Estos, no tienen acceso al mundo de las formas (al Bien) sino que se detienen en las apariencias, están próximos a los placeres mundanos y, por consiguiente, no poseen el saber necesario para gobernar la polis. “Me quejo (…) de no hallar ninguna organización política entre las actuales que convengan a la naturaleza filosófica y ésta es la razón por la cual la vemos alterarse y corromperse.” En resumen: Platón separa de modo lapidario quien puede gobernar la polis (filósofo) de quien no puede hacerlo y establece así un dualismo entre gobernante y gobernado.

El “elemento común” de Aristóteles
En el pensamiento político de Aristóteles no aparece el dualismo de, su predecesor y maestro, Platón debido a que, en primer lugar, aquel no diferencia de manera tan contundente (como lo hace éste) entre los filósofos y los no filósofos. Aristóteles parte de establecer el elemento común de los seres humanos en general y de los ciudadanos de la polis en particular. Llega así a la conclusión de que el ser humano es un “animal político o sociable” por naturaleza, lo que implica considerar que el hombre se afirma como tal (realizando todas sus potencialidades naturales) sólo en la relación con otros es decir, en la polis. De acuerdo con Carnes Lord, podemos sostener por lo tanto que en Aristóteles “debe interpretarse la ciudad como algo que no existe sólo para vivir, sino para vivir bien, noble o felizmente.”
En segundo lugar, para Aristóteles el hombre posee (dada su naturaleza) lenguaje o discurso (logos) por medio del cual puede: “expresar el bien y el mal, y, por consiguiente lo justo y lo injusto.” De este modo lo que en Platón era atributo del filósofo únicamente, en Aristóteles es común a todo ciudadano de la polis. Sin embargo, esto no quiere decir que Aristóteles proponga que todos los ciudadanos son filósofos por naturaleza o que cualquier ciudadano puede serlo. Más bien, Aristóteles concibe la razón del ciudadano como una razón práctica y ligada a la cotidianeidad de la ciudad antes que a la contemplación (como la concibe Platón).
En tercer lugar, la actividad política no está pensada como propiedad exclusiva del filósofo sino que, por el contrario, es considerada como un medio para alcanzar el fin de la polis: la eudemonía o, permítase la expresión, “bienestar general”. En este sentido afirma Aristóteles: “es claro que de la virtud individual resulta una virtud general, que es el bien de todos.” Por consiguiente, no hay en Aristóteles una segregación entre quienes deben ejercer la actividad política y quienes no ya que el ejercicio de esta, no depende de ciertos atributos, características o cualidades (virtudes) ajenas al vulgo o populacho (como postula Platón). La acción política, en Aristóteles, se liga al elemento común a todo ciudadano y que brota de su condición de “animal político”: el discurso o lenguaje (logos).
En cuanto al régimen político, Aristóteles, lejos de negar que ningún gobierno sea adecuado para la polis o de afirmar que solamente uno sea el mejor para la polis, asume una posición relativista o de realismo político. Aristóteles postula que un régimen político bueno o mejor para la polis es aquel que proporciona a los hombres el “bienestar general”. Ahora bien, éste no se alcanza con una única forma de gobierno sino que el régimen político puede adoptar tres formas distintas (monarquía, aristocracia o república) de acuerdo a las particularidades de la polis. Vemos así que Aristóteles parte de considerar el elemento real y concreto (organización de la polis) para definir, a partir de el, cuál es el régimen político adecuado y no, como hace Platón, pensar en una única forma de gobierno aplicable a cualquier tipo de organización social.

Conclusión
De acuerdo a lo expuesto mas arriba, resulta evidente porqué Aristóteles nunca podría estar de acuerdo con la idea de Platón de que la ciudad debe ser gobernada por los filósofos. Se ha intentado demostrar esto a partir de esbozar porqué Aristóteles no suscribe al dualismo platónico a la hora de pensar la política. Como reflexión final podríamos situar a Platón en la raíz del pensamiento político no democrático, derivado de que éste pensador fija una condición a priori necesaria y suficiente para gobernar y ejercer la actividad política (ser filósofo); se piensa así la política a través de una diferencia o un dualismo. Aristóteles en cambio, puede ser visto como un pensador democrático ya que establece la capacidad de gobernar y actuar políticamente a partir de un atributo común a todos los hombres es decir, lo que los iguala y no lo que los diferencia.

La mercancía


Esto es algo por desarrollarse iniciado a finales de 2005 luego de cursar el Taller de lectura crítica de "El Capital (Tomo I)"

La forma concreta más simple en la que se presenta la riqueza en las sociedades donde impera el modo de producción capitalista es la mercancía . Pero ¿Qué es la mercancía? Para esbozar un intento de respuesta a este interrogante partiremos de separar en la exposición los dos aspectos que, a simple vista, toda mercancía presenta y que son a saber: el de ser un objeto para el uso, en tanto satisface una necesidad humana cualquiera y a la vez, el de ser un objeto cambiable, en la medida que puede intercambiarse por otra mercancía distinta y en una magnitud determinada.

Valor de uso contenido en la mercancía
En principio la mercancía se presenta como algo, como una cosa exterior al sujeto y que a simple vista se diferencia por su corporeidad, por su materialidad de otros objetos. En primer lugar toda mercancía debe su razón de ser a que es un objeto para el uso y, como cosa útil, tiene una determinación cualitativa característica en tanto puede constituirse como un objeto para el uso diferente a otros. La mercancía, presenta también, una determinación cuantitativa en tanto la capacidad, de satisfacer una necesidad humana, que encierra y que se presenta en una determinada proporción. Por lo tanto, la mercancía es un valor de uso porque contiene en su materialidad las determinaciones (cualitativa y cuantitativa) para ser un elemento que cumple una función social útil específica (cualquiera que sea esta) para quien se la apropia para sí en el consumo individual. El valor de uso contenido en la mercancía solo se hace efectivo en el consumo y se realiza de dos formas distintas que implican agotar o disminuir la materialidad que la mercancía tiene como cosa exterior, como objeto útil. Una manera de apropiar el valor de uso contenido en la mercancía supone saciar una necesidad directamente por medio del consumo individual, lo que implica que el sujeto se apropia de los atributos útiles contenidos en la mercancía incorporándolos para sí en este proceso(por ejemplo si se trata de un alimento comiéndolo). Otra manera consiste en satisfacer indirectamente la necesidad humana, es decir, mediante el consumo productivo del bien (por ejemplo herramientas, materias primas, etc.) posibilitando así la producción de otras mercancías y por lo tanto, otros valores de uso nuevos.
En segundo lugar la mercancía existe como tal debido a que es un producto del trabajo. ¿Cómo es el trabajo que produce mercancías? Ante todo el trabajo materializado en la mercancía es un gasto de fuerza humana de trabajo aplicada a un fin en particular, lo que da origen a un valor de uso específico distinto a otros. De este modo el trabajo hecho por el ebanista difiere del que realiza el herrero y por esto son distintos los productos que ambos trabajos generan. Vemos así que la mercancía, en tanto valor de uso, supone que en ella hay materializado trabajo concreto en una determinada magnitud, lo cual le permite constituirse como un objeto útil diferente a otros no solo sensorialmente, sino en cuanto a los atributos que posee para satisfacer una necesidad humana en particular. Esto implica que sólo importe ver acá la forma concreta del trabajo contenido en la mercancía (aspecto cualitativo), en la medida que en la esfera del consumo (tanto individual como productivo) la satisfacción de cualquier necesidad en particular se subordina a las propiedades materiales útiles portadas en el cuerpo del valor de uso. El trabajo concreto generador de mercancía debe ser realizado en las condiciones medias imperantes en una sociedad y en una época dada, lo que no quiere decir más que el trabajo concreto que da origen a un cierto valor de uso requiere habilidades propias distintivas y específicas que lo definen vulgarmente como oficio o arte.

Por lo tanto, considerada solo como valor de uso, se observa que nada diferencia a la mercancía de otros objetos que satisfacen necesidades humanas, no producidos por el trabajo (como por ejemplo el aire, el sol, un árbol que da sombra o un fruto) o producidos por el trabajo pero no para ser intercambiados por otros valores de uso (por ejemplo, si cocino en mi hogar para mis familiares creo un valor de uso que no lo destino al intercambio).
El valor de uso es el contenido material de la riqueza social tanto en la sociedad en la que impera el modo de producción capitalista como en las que no, por lo que tenemos delante nuestro un rasgo genérico de la mercancía es decir, algo que se presenta como propio del genero humano, propio de la naturaleza del hombre y por lo tanto común a cualquier momento histórico y cualquier forma de vida humana que miremos. ¿Pero cual es la necesidad que tiene el valor de uso de ser una característica genérica del ser humano? Para respondernos esto debemos partir de considerar que es lo que distingue al género humano del resto de las especies animales. Si bien ciertas especies animales son capaces también de producir objetos útiles para sí mismas (el panal de las abejas o el dique de los castores), en el caso del hombre aparece el rasgo distintivo de poder representarse en su cabeza lo que hace antes de efectuarlo . Esto es, el hombre produce valores de uso mediante el trabajo, que realiza de manera conciente y voluntaria, logrando transformar el medio de algo ajeno a algo acorde a sus necesidades de vida, algo propio. Claro que este proceso no es realizado por los individuos de manera aislada uno con respecto al otro sino que cada acción individual, es la realización de una forma concreta útil de la fuerza total de trabajo que toda sociedad tiene para asignar en la producción de los distintos valores de uso. Si bien, como se dijo mas arriba, el contenido de la riqueza social en cualquier sociedad que observemos a lo largo del tiempo se representa en valores de uso, que es un valor de uso y que no lo es va a depender del tipo de sociedad de que se trate. De este modo lo que en una sociedad en particular puede representar una forma concreta de la riqueza social por ser un valor de uso, en otra sociedad puede representar solo un gasto inútil de fuerza de trabajo social.

Una muestra de cómo los valores de uso constituyen el contenido de la riqueza social, aparece reflejado si miramos una forma concreta de la pobreza en la sociedad actual. Cuando miramos a un linyera o un indigente lo que vemos es que cualquier individuo susceptible de ser catalogado de este modo es porque, más allá de su aspecto, no posee ningún valor de uso o los posee en escasa medida. Aun si tuviéramos en cuenta el aspecto para definir a una persona como portadora de tal condición, podemos deducir que (por ejemplo) la falta de aseo en su físico y en la vestimenta que pueda llevar puesta se debe a la falta de valores de uso tales como agua caliente, jabón, ropa limpia, etc. Con este sencillo ejemplo se puede apreciar como los valores de uso conforman el contenido material de la riqueza, viéndolo (en este caso en particular) por su manifestación contraria: lo que establece que corrientemente se catalogue, a simple vista, a un individuo como “pobre”, “indigente” o “linyera” es la falta de objetos para satisfacer necesidades humanas, es decir la ausencia de valores de uso.

Las retenciones al agro en la Argentina post convertibilidad

Monografía escrita en 2006 para la materia "Taller de lectura y discusión de textos"

Introducción:

Con la salida de la convertibilidad, crisis mediante, ocurrida en Argentina en 2002 se inicia un período de recuperación y crecimiento de la economía nacional, hecho que se refleja en las altas tasas de crecimiento del Producto Bruto Interno (PIB) registradas desde aquel entonces a la actualidad (noviembre de 2006).
En lo que parecería ser, a simple vista, algo contrapuesto a la década del noventa, el estado nacional adopta a partir del 2002 una política cambiaria encaminada a sostener un tipo de cambio alto. Los gobiernos de Duhalde primero y luego el de su sucesor Kirchner, se encargaron de sustituir el anteriormente denominado “1 a 1” (vigente en la década del noventa) por el “3 a 1” de la actualidad. De este modo, lo que antes derivaba en un peso caro y una divisa internacional barata hoy aparece como su contrario: peso barato y moneda extranjera cara. Esto implica que el tipo de cambio vigente es un estímulo para las exportaciones ya que es elevado y, por lo tanto, el poder adquisitivo de la divisa internacional, en nuestra economía, es mucho mayor que antes. Lo que adquiere mayor relevancia aún, si se tiene en cuenta el escenario internacional favorable, que se configura al iniciarse el siglo, para la exportación de mercancías de origen agrario.
En este contexto, a la política cambiaria del “dólar caro” se le suma la aplicación de un impuesto sobre las exportaciones, denominado “derechos de exportación” o “retenciones a las exportaciones”. Así, estamos frente a otro elemento que marcaría una distinción entre el actual gobierno y el de la década pasada. Ahora bien, visto desde este punto de vista, parecería que la aplicación de retenciones constituye toda una novedad en la historia argentina. Sin embargo ¿es la primera vez que se aplica un impuesto de este tipo?
La aplicación de retenciones parecería perjudicar a quienes exportan productos tradicionales (mercancías agrícolas) ya que estos no se quedan con todos los ingresos que podrían obtener, sino estuviera el impuesto. Ahora bien, ¿son afectados los intereses económicos de la cúpula exportadora de productos agropecuarios con la aplicación de los derechos de exportación? ¿Cuál es la participación de las exportaciones de productos primarios y agrícolas en el total de exportaciones de Argentina y el total de divisas generadas por las mismas?
El actual gobierno nacional no afecta, con la aplicación de retenciones, a la cúpula exportadora tradicional argentina debido a que, con las retenciones, el estado de lo que se apropia es una parte de la renta de la tierra y no del beneficio. Para dar cuenta de estas afirmaciones, así como también a los interrogantes planteados mas arriba, el presente trabajo monográfico tiene los siguientes objetivos:

1. Analizar la balanza comercial para ver si efectivamente hoy la “manija” o el control de esta, sigue estando en manos del sector agroexportador, al menos en lo que hace a su peso relativo en las exportaciones argentinas.
2. Analizar la evolución en el monto aplicado en concepto de “derechos de exportación” sobre las exportaciones agrícolas, comparándolas con el resto de las exportaciones argentinas, en relación a la variación de precios y cantidades exportadas, desde de 2002 a la actualidad.

El desarrollo del presente trabajo monográfico está estructurado de la siguiente forma. En primer término se presenta el marco teórico a utilizar; luego indagaremos acerca de la composición de las exportaciones argentinas en la actualidad; posteriormente se hará mención a los antecedentes históricos mas inmediatos de la aplicación de retenciones a las exportaciones; a continuación mostraremos cual ha sido la evolución de la aplicación de los derechos de exportación, desde la salida de la convertibilidad hasta la actualidad. En último término se presentan las conclusiones del trabajo y la bibliografía utilizada para la elaboración del mismo.

Marco teórico:

En términos de Oscar Braun, el sector exportador de mercancías de origen agrario, denominado por él como “oligarquía terrateniente”, es quien tiene la “manija” de la balanza de pagos, debido a que la mayor parte de las exportaciones argentinas son bienes de origen agrario. Este aspecto, sumado a otros, es lo que da fundamento a Braun para caracterizar a la Argentina como un país “dependiente” situación que tiene, para el autor, dos consecuencias. La primera d es la de que, al igual que todo país dependiente, Argentina se encuentra en una condición de “explotación”, respecto de los países imperialistas (EEUU y países de Europa Occidental), que se traduce en guarismos tales como el egreso de utilidades y el deterioro de los términos del intercambio. La segunda consecuencia de la dependencia es, en el análisis Braun, el hecho de que “la tasa de crecimiento global de la economía está limitada por la tasa de crecimiento de los recursos externos (divisas) disponibles.” Lo que el análisis hecho por Braun deja entrever es que habría una suerte de freno externo, no sólo al crecimiento económico, sino también al desarrollo del capitalismo para países como Argentina. Sin entrar con profundidad en esta cuestión, ya que escapa al objetivo de este trabajo, solamente nos importará señalar aquí que no suscribimos a tal posición teórica. Esto reside en el hecho de considerar que la acumulación de capital es un proceso de contenido mundial que toma forma en los espacios nacionales. Lo que supone considerar que no puede pensarse que la acumulación de capital es nacional en su esencia sino que, por el contrario, es una forma concreta más (por supuesto distinta a otras y con particularidades propias) del modo de producción capitalista, en su unidad mundial, que es su contenido. De modo que hablar de términos tales como “subdesarrollo” o “dependencia” es referirse, en definitiva, a eufemismos: países como la Argentina no se encuentran en una situación de “subdesarrollo” del capitalismo sino que por el contrario, forman parte de la plena expresión de éste. Dejando de lado este aspecto, nos interesa recuperar del planteo de Braun el concepto de “manija de la balanza de pagos” (mas concretamente diremos aquí de la balanza comercial) por parte del sector exportador tradicional, para analizar que ocurre hoy en la economía argentina en relación a la aplicación de retenciones sobre los productos agrarios vendidos en el exterior y cómo se ve afectado (o no) este sector con este tributo.

La aplicación de retenciones a las exportaciones implica una apropiación directa, por parte del estado de una porción de la renta de la tierra, generada por la venta en el exterior de mercancías agropecuarias (Iñigo Carrera; 2006) y (Costa, Kicillof y Nahón; 2004). La renta diferencial de la tierra está contenida en el precio de los bienes de origen agrario y esto, sumado a un contexto internacional favorable para estos productos, permite al estado nacional apropiarse, de manera directa, de una parte de este excedente bajo la forma de un tributo denominado “derechos de exportación” y conocido popularmente como “retenciones”. El caso contrario a tal situación, el de apropiación indirecta de la renta, ocurre cuando la autoridad económica mantiene un tipo de cambio apreciado y no aplica retenciones a las exportaciones (Iñigo Carrera; 2006). No será motivo del presente trabajo indagar en esta última forma de apropiación ya que no es la que actualmente el estado nacional emplea.










1. Quienes tienen hoy la manija de la balanza comercial argentina

El plan económico del actual gobierno nacional incluye, entre otros aspectos, una política cambiaria que sostiene un tipo de cambio elevado, conocido popularmente como “modelo de dólar alto”. Esta política cambiaria o “modelo” que consiste en mantener cara la divisa internacional y, por lo tanto, barata la moneda nacional, en un contexto internacional favorable (precios en alza para los commodities), resulta un estímulo para las exportaciones en general y, en particular, para la de productos como la soja, el petróleo, harina, lácteos y aceites entre otros. No obstante, estos últimos productos, así como también todos los derivados de la producción agraria, constituyen más de la mitad de las exportaciones totales argentinas desde (por lo menos) la salida de la convertibilidad (2002) hasta la actualidad. Este dato se corrobora fácil y rápidamente con sólo echar un vistazo a la composición de las exportaciones argentinas por grandes rubros (ver gráfico nº 1).


Gráfico nº 1



En la Argentina post convertibilidad, las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI) solamente representan una tercera parte del total de los ingresos generados por exportaciones. La producción exportable tradicional de Argentina está representada por los rubros “productos primarios” y “manufacturas de origen agropecuario” (MOA), que incluyen todos aquellos productos extraídos de manera mas o menos directa (es decir con mas o menos producción industrial) de la tierra pero, en definitiva, con aquella característica que usualmente es denominada por los economistas como “de poco valor agregado”. Esto no quiere decir mas que, en el proceso de elaboración del bien final, intervienen pocos eslabonamientos productivos (en comparación a otros tipos de bienes). Encontramos así, dentro de los productos primarios, artículos tales como animales vivos, miel, cereales, pescados y mariscos sin elaborar y también, semillas y frutos oleaginosos (sólo por nombrar algunos de los mas representativos). Por su parte, en las MOA, se ubican mercancías tales como carnes, grasas y aceites, lácteos, pieles y cueros, etc. Estos últimos productos, si bien tienen algún grado mas de elaboración que los primarios, no llegan a tener todo el encadenamiento industrial de otros tipos de bienes.
Dentro de lo que podrían considerarse exportaciones no tradicionales de Argentina tenemos por un lado las ya mencionadas MOI, las cuales abarcan productos como: químicos, textiles, maquinarias y aparatos, etc.; y por otro lado los combustibles y energía, que contienen en su parte mas significativa (por el ingreso en divisas generado hasta el año pasado) petróleo crudo y carburantes y muy poco de energía eléctrica (ver gráfico nº 2).


Gráfico nº 2



Este último dato nos da, de nuevo, una evidencia de la importancia que tienen las exportaciones derivadas de la tierra. Por eso, si sumamos los ingresos generados por las exportaciones industriales por una parte y, por la otra, los obtenidos por las no industriales, obtenemos lo siguiente:

Gráfico nº 3


Los datos obtenidos, acerca de la composición de la balanza comercial, permiten formular la afirmación de que, en la Argentina post convertibilidad, el sector social que detenta la propiedad de la tierra es quien, retomando el planteo de Braun, tiene la manija de la balanza comercial al capturar dos tercios del total de divisas generadas por las exportaciones argentinas. Esto adquiere mayor relevancia si a los productos de exportación tradicional (representados por los rubros “productos primarios” y MOA), les agregamos los incluidos en el rubro “combustibles y energía”. Los productos de la tierra explican buena parte de los ingresos obtenidos por exportaciones en la Argentina post convertibilidad debido a que, retomando el marco teórico, contienen en su precio de venta renta diferencial de la tierra (generada por las condiciones naturales y climáticas de gran parte de la geografía nacional). Sin embargo, si el foco de atención lo ponemos sólo en la producción exportable tradicional (productos primarios y MOA), excluyendo las mercancías agrupadas bajo el rubro “combustibles y energía”, se puede apreciar que las exportaciones argentinas tradicionales representan mas de la mitad del total del ingreso generado por venta de productos en el exterior (ver gráfico nº 4).


Gráfico nº 4


Lo que el análisis del gráfico precedente arroja como conclusión directa (y apreciable a simple vista) es que, en la Argentina post convertibilidad, la manija de al menos la balanza comercial (por no decir del balance de pagos) sigue estando (como bien definiera Braun) en manos del sector exportador tradicional (o agroexportador), denominado popular e históricamente como “oligarquía terrateniente” o simplemente “sector terrateniente”. Este se compone de aquella clase o grupo social que detenta la propiedad de la tierra agraria y obtiene, por esta vía, la renta diferencial que la misma provee, a partir de la venta de las distintas mercancías que, a partir de la tierra, se producen (granos, carnes, cereales, etc.). La situación se ve mas agravada aún, siguiendo a Braun, si tenemos en cuenta que dentro de la exportación no tradicional, buena parte de la misma se compone por productos derivados de otras propiedades del suelo, distintas de las relacionadas con el cultivo o el ganado, que permiten la producción de petróleo, gas e hidrocarburos. Podemos dejar sentado así, sin temor a equivocarnos, que todo análisis de economía política de la situación argentina actual, debería tener en cuenta la dimensión que implica la tenencia de la tierra agraria y, además, la del suelo productor de hidrocarburos; como así también cómo es el proceso de apropiación, con las distintas pujas que esto genera, de la renta de la tierra (agraria y por hidrocarburos) por parte del estado y de los distintos sujetos sociales (terratenientes, clase obrera, pequeña burguesía, etc.) que intervienen.



2. Antecedentes históricos recientes sobre la aplicación de retenciones al agro

La renta diferencial de la tierra, contenida en las mercancías agrarias exportadas, ¿es
apropiada en forma completa por quienes venden los productos? La respuesta a esta pregunta es bastante obvia (y algo ya hemos adelantado en la introducción): no. El estado nacional se apropia de manera directa de una parte de la renta agraria, mediante el cobro de retenciones.
La aplicación de retenciones a las exportaciones de productos tradicionales (primarios y agrarios) por parte del estado, tiene dos antecedentes relativamente recientes, dentro de la historia económica de Argentina. El primero de ellos se ubica en el año 1967 cuando el entonces Ministro de Economía, Krieger Vasena, del presidente (de facto) Juan Carlos Onganía, aplica el tributo sobre productos tradicionales de exportación tales como el trigo, el maíz y la lana. El monto aplicado fue inicialmente de un 25% pero luego fue disminuyendo paulatinamente, conforme avanzaba el año 1967, para ubicarse en un 8%. Este porcentaje se mantiene sin mayores oscilaciones hasta 1976 cuando el gobierno del denominado “Proceso de Reorganización Nacional” elimina el impuesto.
El segundo antecedente histórico del tributo, podemos ubicarlo en la década del ochenta cuando el entonces gobierno radical, aplica el denominado “Plan Primavera” (agosto de 1988). Este plan económico incluía, entre otras medidas, la aplicación de retenciones al agro mediante la implementación de un tipo de cambio diferencial, para los productos agrícolas, inferior al tipo de cambio vigente en el mercado cambiario. En febrero de 1989 el “Plan Primavera” hace agua en el marco de un brote hiperinflacionario que echa por tierra todas las medidas del plan, entre ellas la aplicación de las retenciones a las exportaciones agrarias.
Durante la década del noventa, tanto el agro en particular como, en general, todas las exportaciones argentinas no resultaron afectadas de forma significativa por la aplicación de retenciones. Esto puede ser apreciado cuando se observa el porcentaje de ingresos fiscales generados por las retenciones, como porcentaje del PIB, durante la década del noventa. Es interesante destacar como se eleva este monto luego de la devaluación es decir, en la Argentina post convertibilidad (ver cuadro nº 1). Lo que este hecho dejaría entrever es una muestra clara de lo importante que se ha vuelto, este recurso fiscal, en relación a la década anterior. Los ingresos generados por las exportaciones representan una importante fuente de recursos fiscales ya que los exportadores no se apropian del total de divisas, que obtienen por sus ventas en el exterior al tipo de cambio nominal vigente. El estado se queda con una porción o porcentaje de estos ingresos, en carácter de retenciones a las exportaciones.



Cuadro nº 1





Año monto
1991 0,31
1992 0,03
1993 0,01
1994 0,01
1995 0,02
1996 0,01
1997 (:)
1998 0,01
1999 0,01
2000 0,01
2001 0,02
2002 1,61
2003 2,45
2004 2,29
2005 2,33
(:) :El número es, en valor absoluto, distinto de cero, pero menor que la mitad del último dígito utilizado.
Fuente: Dirección Nacional de Investigaciones y Análisis Fiscal, en base a datos de la AFIP, ANSeS,
Dirección Nacional de Coordinación Fiscal con las Provincias, Oficina Nacional de Presupuesto
y otros organismos.

3. Reaparición de las retenciones en la Argentina de la post convertibilidad

Ya hemos visto que la aplicación de las retenciones no constituye ninguna novedad, al menos en términos históricos, ya que otros gobiernos anteriores también las han implementado. Como también se ha expuesto mas arriba, las retenciones a las exportaciones agrarias surgen nuevamente a partir de la devaluación de la moneda doméstica, el mantenimiento de un tipo de cambio elevado y de un escenario internacional favorable. Resta ver ahora, sobre que productos exportables recae el impuesto y además, si el monto aplicado es uniforme o varía de una mercancía a otra.
De acuerdo a los datos proporcionados por el Ministerio de Economía de la Nación, las retenciones a las exportaciones (denominadas “derechos de exportación”) se aplican a todos los productos, que se venden en el exterior, y están vigentes desde marzo de 2002 con los siguientes porcentajes:

Dentro de las MOA:
- Los granos, los aceites y subproductos derivados de la soja y el girasol abonan el 20%
- Las carnes bovinas con hueso, carnes bovinas procesadas, conservas de carne bovina, un 15%
- Los quesos pagan un 10% y el resto de los productos lácteos, el 15%.
- Los cueros deben pagar el 5%.

Dentro de los productos primarios:
- Los productos regionales (frutas, hortalizas, miel, arroz, etc.) tienen un tributo del 10%.
- Por la exportación de animales vivos de la especie bovina para consumo, los derechos de exportación son del 15 %
- Los cueros y pieles bovinos en bruto se pagan retenciones por el 15%.
- Las semillas oleaginosas están gravadas con el 3,5%

Dentro de los combustibles y energía:
- El petróleo crudo está gravado al 25%. A partir del mes de agosto de 2004 se estableció una alícuota adicional al derecho de exportación cuando el precio del WEST TEXAS INTERMEDIATE (WTI) del barril supera los 32 dólares, de acuerdo a la siguiente escala:

Rango de precio
WTI Alícuota adicional
u$s./barril
32,01 a 34,99 3 %
35,00 a 36,99 6 %
37,00 a 38,99 9 %
39,00 a 40,99 12 %
41,00 a 42,99 15 %
43,00 a 44,99 18 %
45,00 y más 20 %

- Las gasolinas están gravadas al 5%. Tanto el gas licuado propano como el butano tienen un derecho del 20%.

Dentro de las MOI:
- Todos los productos deben pagar el 5% por derechos de exportación

Un análisis, a simple vista, de los datos precedentes habilitaría a pensar que la aplicación de las retenciones debe obedecer a algún criterio en particular debido a que no se aplica para todos los productos exportables, el mismo porcentaje. ¿Se trata de simplemente una decisión política, por parte de la autoridad económica, que favorecería a la exportación industrial en detrimento de la no industrial? En una primera instancia (y con una mirada superficial del asunto), todo parecería indicarnos que así es sobre todo si se mira la evolución en los precios, cantidades y valores de las distintas mercancías exportadas (ver cuadro nº 2).

Cuadro nº 2
Índices de valor, precio y cantidad de las exportaciones por grandes rubros, base 1993=100. Años 2000-2005*
Período Productos Primarios Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) Manufacturas de Origen Industrial (MOI) Combustibles

Valor Precio Cantidad Valor Precio Cantidad Valor Precio Cantidad Valor Precio Cantidad
2000 163,4 90,7 180,2 159,4 82,7 192,7 223,7 97,7 228,9 396,7 160,5 247,2
2001 185,0 88,5 209,0 151,2 84,1 179,9 225,8 94,3 239,5 382,4 133,5 286,4
2002 161,7 87,6 184,7 165,6 80,1 206,7 207,5 90,8 228,5 373,7 128,5 290,8
2003 197,8 101,0 195,9 202,8 89,6 226,3 209,6 89,0 235,5 438,4 156,2 280,6
2004* 209,4 108,2 193,5 242,4 97,3 249,0 259,6 95,9 270,8 501,4 200,6 249,9
2005* 242,0 98,6 245,4 267,1 91,3 292,4 324,5 107,8 301,1 565,7 266,5 212,3
* datos provisorios
Fuente: INDEC

Sin embargo, una mirada un poco mas profunda (desde nuestra referencia teórica) nos invitaría a considerar la cuestión de la renta diferencial de la tierra, contenida tanto en la producción tradicional como así también en aquellos productos de exportación no tradicional y no industrial es decir, hidrocarburos y petróleo; renta que el estado nacional apropia de manera directa mediante la aplicación del impuesto. El ejemplo mas notable de este aspecto, lo encontramos en el monto aplicado sobre los productos que mejor han evolucionado en términos de precio, al iniciarse el presente siglo, el combustible (ver cuadro 2) y la soja y el girasol (aunque no disponemos de los datos). El elevado monto de retenciones aplicado a tales productos podría obedecer, desde nuestra concepción teórica, a que el estado nacional se apropia de renta (o de una parte de ella) sin afectar el beneficio de los capitalistas; hecho que permitiría que la producción no cese. Del mismo modo, la aplicación de un 5% a la producción industrial exportable se explicaría, no por una apropiación de renta, sino más bien por la coyuntura internacional favorable y por el tipo de cambio elevado. Por este mismo motivo es que si bien todos los productos que se exportan son gravados con derechos de exportación, sobre algunos en particular recae un monto de retenciones que dobla o triplica ese gravamen. Por otra parte, otra cuestión que incide en el monto aplicado, pero que no desarrollaremos aquí, es la función que cumple la implementación de los derechos de exportación para evitar la subida de precios en el mercado interno. Esto adquiere mayor relevancia “en la medida en que los productos agropecuarios y principalmente la carne, son el bien-salario por excelencia, o sea, constituyen el 30% o el 40% del consumo real de la clase obrera, del proletariado argentino.”

Quedará como cuestión pendiente, indagar acerca de cuál es la necesidad del estado nacional por aplicar este tipo de tributo y su impacto en la relación con el sector exportador tradicional. Además, si la apropiación directa de la renta agraria (definida de este modo en nuestro marco teórico) representada por la aplicación de retenciones, tuvo las mismas implicancias (en términos económicos y políticos) durante gobiernos democráticos, como el de Alfonsín y el de Kirchner, que durante un gobierno de facto como el de Onganía. Dicho en palabras más simples y más directas: ¿enfrentarse con el sector agroexportador es una característica única de gobiernos democráticos?

A modo de conclusión:

Una primera cuestión a tener en cuenta es que, en la Argentina post convertibilidad, el peso de las exportaciones tradicionales en particular y las derivadas de la tierra en general, es sumamente significativo: representan dos tercios del total de divisas generadas por exportaciones. En este contexto, no parecería ser casual que el sector sobre el que mayor porcentaje de retenciones recaiga sea este: la base de la economía argentina radica en la producción agraria la cual, dadas las actuales condiciones, parece ser la única capaz de competir en el mercado mundial. Sin embargo, las retenciones aplicadas al agro no parecerían afectar los intereses económicos inmediatos del sector exportador tradicional, ya que lo que el estado nacional obtiene (por medio del tributo) es una parte de la renta diferencial de la tierra y no del beneficio. Esto podría llegar a verse, en alguna medida, en el hecho de que el monto aplicado por derechos de exportación sea mayor sobre las exportaciones agrarias en general, que sobre las exportaciones industriales.

En segundo término, lo que aparece como toda una novedad en la Argentina post convertibilidad (en comparación con la década del noventa): el establecimiento de retenciones a exportaciones tradicionales, ha sido utilizado con anterioridad tanto por gobiernos democráticos como por militares. Esto habilitaría a pensar que la relación del estado nacional con el agro ha sido siempre una relación con un grado de mas o menos tensión; la apropiación (directa o indirecta) de recursos generados por exportaciones agrarias se ha sucedido a lo largo de las distintas administraciones nacionales, sean estas militares o democráticas.

En última instancia, nos queda la inquietud acerca de cuál es la función que cumple la apropiación directa de la renta diferencial de la tierra, en el proceso de acumulación de capital en Argentina. Una posible punta, para un futuro análisis, nos la da la ya mencionada cuestión de cómo las retenciones sirven de ancla de precios, para el mercado interno, de las mercancías agrarias exportables. De este modo, el gobierno evita lo que sería (en caso de eliminarse el impuesto) una clara caída en el salario real; lo que podría estar indicándonos la necesidad del capital total de la sociedad, de que la fuerza de trabajo no se venda mas por debajo de su valor, de lo que se vende en la actualidad. Pero no entraremos en mayores conjeturas ya que exceden los límites del trabajo. Queremos que el trabajo sirva para generar nuevos interrogantes antes que para dar respuestas definitivas y acabadas, a una cuestión tan compleja y discutida como es la apropiación de la renta diferencial de la tierra en Argentina y, en particular, las retenciones al agro.


















A N E X O
Exportaciones F.O.B. de Argentina por tipo de bien
Millones de U$S

Concepto 2000 2001 2002 2003 2004 2005

Productos Primarios 5.345,6 6.052,1 5.272,1 6.470,7 6.851,5 7.875,8
Animales vivos 15,9 17,5 8,1 8,8 11,4 13,5
Pescados y Mariscos sin Elaborar 590,4 708,7 481,7 621,9 476,5 440,8
Miel 87,4 71,5 114,2 159,9 121,7 128,5
Hortalizas, Legumbres sin Elaborar 210,2 233,5 184,1 187,5 198,7 238,4
Frutas Frescas 416,0 505,9 389,6 473,2 548,1 687,0
Cereales 2.419,1 2.447,8 2.127,2 2.307,3 2.690,4 2.808,3
Semillas y Frutos Oleaginosos 1.016,8 1.401,1 1.288,0 1.995,6 1.832,0 2.443,7
Tabaco sin Elaborar 120,8 162,1 147,1 151,1 184,2 211,8
Lana Sucia 43,2 30,4 35,2 35,2 41,5 34,1
Fibra de Algodón 53,3 73,1 12,1 2,3 10,8 24,9
Material de Cobre y sus concentrados 307,0 346,7 437,3 473,7 664,7 761,9
Resto Primarios 65,5 53,8 47,4 54,2 71,5 82,9
Manufacturas Origen Agropecuario 7.863,5 7.460,1 8.138,4 10.004,4 11.926,8 13.162,0
Carnes 791,2 364,9 576,3 735,7 1.229,7 1.650,6
Pescados y Mariscos Elaborados 242,7 237,7 235,1 254,7 322,1 352,2
Productos Lácteos 320,9 284,0 301,7 270,9 525,4 599,9
Otros Productos de Origen Animal 14,7 12,4 13,8 21,4 30,1 37,2
Frutas Secas o Congeladas 35,2 31,0 42,1 54,6 63,4 95,6
Té, Yerba Mate, Especies, etc. 64,7 67,0 60,5 53,4 61,2 67,7
Productos de Molinería 158,3 145,1 115,4 86,2 92,3 97,3
Grasas y Aceites 1.678,1 1.636,6 2.086,7 2.833,6 3.162,5 3.290,1
Azúcar y Artículos de Confitería 137,9 120,6 158,4 131,7 146,7 221,2
Preparados de Legumbres y Hortalizas 308,4 325,7 290,2 366,5 444,9 526,5
Bebidas, Líq. Alcohólicos y Vinagre 215,2 209,8 173,1 216,9 274,5 361,9
Residuos y desp.de la Ind.Alimenticia 2.431,1 2.627,7 2.790,0 3.507,0 3.845,4 4.032,2
Extractos Curtientes y Tintóreos 39,8 39,7 34,7 33,9 35,4 38,7
Pieles y Cueros 835,7 819,5 698,2 727,4 836,9 836,2
Lanas Elaboradas 89,7 100,9 108,5 126,9 135,5 133,1
Resto MOA 499,9 437,5 453,9 583,7 720,8 821,6
Manufacturas de Origen Industrial 8.230,0 8.305,6 7.601,3 8.046,9 9.616,4 11.939,3
Productos Químicos y Conexos 1.386,6 1.432,1 1.343,8 1.560,4 2.017,7 2.299,9
Materias Plásticas Artificiales 518,6 628,7 641,6 697,2 940,6 1.147,1
Caucho y sus Manufacturas 166,3 151,1 168,2 160,1 191,2 254,5
Manuf. de Cuero, Marroquinería, etc. 52,9 78,4 62,2 66,4 102,7 113,1
Papel, Cartón, Imprenta y Publicaciones 427,3 357,8 333,3 388,7 482,2 494,6
Textiles y Confecciones 304,7 263,9 227,4 210,8 272,0 290,7
Calzados y sus Componentes 27,7 17,7 12,3 17,7 20,0 28,9
Manuf.de Piedras, Yeso y Cerámicos 96,7 91,3 94,3 102,1 123,4 144,1
Piedras y Metales Preciosos y Manuf. 102,3 103,9 114,7 115,5 139,6 149,3
Metales Comunes y sus Manufacturas 1412,1 1444,8 1593,6 1544,7 1712,5 2316,5
Máq.y Aparatos, Material. Eléctrico 1.102,4 1.125,1 938,9 864,7 1.062,9 1.321,9
Material de Transporte 1.957,0 1.982,2 1.607,4 1.432,7 2.060,1 2.890,8
Vehículos de navegación aérea, marítima y fluvial 318,9 231,5 105,1 535,6 47,0 96,7
Resto MOI 356,5 397,1 358,5 350,2 444,5 391,2
Combustibles y Energía 4.901,9 4.724,9 4.638,8 5.416,8 6.181,0 7.129,3
Petróleo crudo 2.808,8 2.363,3 2.231,1 2.296,4 2.263,1 2.509,0
Carburantes 1.368,3 1.426,9 1.582,8 2.023,9 2.442,1 2.998,3
Grasas y aceites lubricantes 53,7 69,2 55,5 89,9 107,9 136,6
Gas de Petróleo y otros hidrocarburos 451,8 609,8 629,6 872,1 1.163,8 1.253,4
Energía eléctrica 148,2 159,4 67,1 36,7 66,7 100,3
Resto de combustibles 71,1 96,3 72,8 97,9 137,4 131,7

TOTAL 26.341,0 26.542,7 25.650,6 29.938,8 34.575,7 40.106,4
Fuente: INDEC
Total rubro "Combustibles y Energía"
producto/año 2002 2003 2004 2005
Petróleo crudo 2.231,1 2.296,4 2.263,1 2.509,0
Carburantes 1.582,8 2.023,9 2.442,1 2.998,3
Grasas y aceites lubricantes 55,5 89,9 107,9 136,6
Gas de Petróleo y otros hidrocarburos 629,6 872,1 1.163,8 1.253,4
Energía eléctrica 67,1 36,7 66,7 100,3
Resto de combustibles 72,8 97,9 137,4 131,7
Fuente: INDEC
Exportaciones de Argentina por tipo de bien
Millones de Dólares
EXPORTACIONES Total Productos Primarios MOA MOI Combustibles y Energía
total 2001 26.598,3 6.083,5 7.449,5 8.293,8 4.783,8
total 2002 25.709,3 5.308,6 8.159,7 7.627,7 4.613,3
total 2003 29.565,7 6.459,9 9.990,9 7.703,3 5.411,7
total 2004 34.550,2 6.850,4 11.954,1 9.550,2 6.195,5
total 2005 40.106,4 7.875,9 13.162,1 11.939,2 7.129,4
2006 (ene-ago) 29.547,2 5.885,2 9.623,0 9.188,1 4.865,0
totales 159.478,8 32.380,0 52.889,8 46.008,5 28.214,9
Fuente: INDEC.



































Bibliografía utilizada:


• “Crisis y perspectivas del capitalismo argentino”; Iñigo Carrera, Juan, Realidad Económica, Buenos Aires, N° 171, abril/mayo 2000, pp. 52-75

• “El capitalismo argentino en crisis”; Oscar Braun, Siglo XXI Editores, Buenos Aires (1973)

• “El plan económico del gobierno popular”; Oscar Braun, Editorial El Coloquio, Buenos Aires (1974)
vista Realidad Económica Número 203 1º de abril al 15 de mayo 2004
• “Estimación de la renta de la tierra agraria y de la ganancia del capital industrial en Argentina 1882-2004. Fundamento, método y resultados”; Iñigo Carrera, Juan, ponencia presentada en las XX JORNADAS DE HISTORIA ECONOMICA, Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, octubre de 2006.

• “Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000)”; Rapoport, M: Ediciones Macchi, Buenos Aires (2000)

• “La política económica en una sociedad conflictiva. El caso argentino”; Mallon, R. y Sourrille, J. (1973), Siglo XXI Editores, Buenos Aires


• “Las consecuencias económicas del Sr. Lavagna. Dilemas de un país devaluado”; Augusto Costa, Axel Kicillof y Cecilia Nahón, Revista Realidad Económica, Buenos Aires, Número 203 1º de abril al 15 de mayo 2004

• “Shock externo y desequilibrio fiscal. La macroeconomía de América Latina en los ochenta. Los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile y México”; Damill, M., Fanelli, J. M., Frenkel, R. documento de la División de Desarrollo Económico, CEPAL, Buenos Aires (1994). A



Sitios de Internet consultados:

http://www.cema.edu.ar/ceieg/arg-rree

http://www.cenda.org.ar

http://www.indec.gov.ar

http://www.mecon.gov.ar/cuentas/internacionales/

Crónica de una devaluación anunciada

Monografía escrita en 2004 para la materia "Economía IV"

Introducción:

Este trabajo presenta una caracterización de los principales fundamentos teóricos que dieron origen y justificaron dos políticas económicas de estabilización aplicadas en la Argentina en los últimos treinta años. Me centrare en analizar lo ocurrido con la pauta cambiaria (popularmente conocida como “la tablita”) implementada durante la ultima dictadura militar y el régimen de caja de conversión o convertibilidad, aplicada durante el gobierno de Menem. Estas políticas estabilizadoras se implementaron con un mismo objetivo explicito: reducir la inflación mediante la apertura comercial y la fijación del tipo de cambio nominal. Lo que interesa abordar aquí es cuales fueron los supuestos teóricos más importantes a partir de los cuales se diseño y se impulso este tipo de políticas estabilizadoras, que representaron un cambio en la concepción teórica ortodoxa, en materia de política económica para los denominados países “emergentes”.
Ambas políticas parten de un mismo núcleo teórico que les dio origen pero sin embargo, se diferenciaron en su implementación y en su evolución con similares efectos sobre la economía real. Se analizara en que contexto y cual fue la evolución de cada una de las dos políticas económicas que concluyeron en un inevitable y anunciado final en común: la devaluación de la moneda o el retorno al tipo de cambio “de equilibrio”. Se intentara indagar acerca de cuales fueron las causas que posibilitaron que un régimen monetario pudiera sostenerse por un periodo mas largo de tiempo que el otro.
Por ultimo se intentara demostrar como a partir de lo ocurrido con la aplicación de ambas políticas económicas, la experiencia histórica se encargo de refutar lo postulado por la ortodoxia tanto en términos de diagnostico como de recomendación de política económica.

1. Principales supuestos teóricos de las políticas estabilizadoras basadas en el tipo de cambio como ancla nominal de los precios

Primer supuesto: “Suply side economics o teoría de la oferta”

Esta teoría postula básicamente, que toda devaluación de la moneda es inútil en la medida que toda depreciación del tipo de cambio es seguida de un inmediato brote inflacionario que anula sus efectos. De acuerdo con esta concepción se supone que la causa directa de la inflación es la devaluación y no el aumento en la emisión de dinero, como sostiene la primer versión de la teoría cuantitativa del dinero (esbozada por Hume).

Segundo supuesto: Enfoque monetario del balance de pagos I

El enfoque monetario del balance de pagos plantea que con el proceso de globalización financiera, iniciado en los setenta, se superarían las restricciones del balance de pagos sobre el crecimiento que tradicionalmente mantuvieron los países de América Latina en la medida en que estos desrregularan sus sistemas financieros y abrieran la cuenta capital del balance de pagos a los flujos de capitales del resto del mundo. De este modo ante el ingreso de capitales en la región, los problemas de insuficiencia de divisas, característicos de la ISI (Industrialización Sustitutiva de Importaciones), dejarían de ser un obstáculo, al proveer a las economías de la región de los recursos necesarios para cerrar la llamada “brecha externa.” La oferta monetaria se vincula al saldo neto de los flujos de capitales. Por otra parte, se supone que una mayor emisión de moneda (provocada por un ingreso de capitales) no produce inflación sino que más bien revela una mayor preferencia por liquidez y, además, no afectaría en última instancia la causa de la inflación que es la devaluación.

Tercer supuesto: Ley del precio único

La ley del precio único sostiene la convergencia entre los precios domésticos y los internacionales, en términos de una misma moneda, a través de la competencia. Para que esta convergencia se haga efectiva es necesario en primer lugar la apertura comercial, de manera que la producción local pueda competir con las mercancías del resto del mundo y de este modo crear las condiciones para que se iguale la tasa de inflación domestica con la internacional.
En segundo lugar el tipo de cambio nominal debe estar fijo o al menos tener un ritmo de devaluación progresivo que sea inferior al ritmo con que convergen la tasa de inflación domestica con la internacional. Esta segunda condición, de un tipo de cambio nominal fijo o cuasi-fijo se hace necesaria en la medida que permite el ancla nominal de los precios, ya que en definitiva (y de acuerdo al primer supuesto) se frena la causa última de la inflación que es la devaluación.

Cuarto supuesto: Enfoque monetario del balance de pagos II

El tipo de cambio mide el valor de la moneda domestica en relación a las monedas del resto del mundo y en particular del dólar. Se habla de tipo de cambio real cuando consideramos en términos de bienes y de precios relativos cual es el poder de compra que tienen las divisas en la economía domestica. Ahora bien, si se cumplen el segundo y tercer supuesto es muy factible que se genere un déficit en la balanza comercial del siguiente modo. La caída (en moneda local) del precio de las mercancias que pueden sustituirse por importación, es decir bienes transables, debido a la competencia de la producción local con la importación con un tipo de cambio nominal fijo o casi-fijo, deriva en una apreciación del tipo de cambio real. En este contexto y pensando en una economía que exporta bienes primarios, al crecer el producto el incremento de las importaciones es mayor que el de las exportaciones. El enfoque monetario del balance de pagos reconoce que el atraso cambiario no seria una restricción por mas déficit comercial que provoque porque, junto con el precio de los bienes transables se reduce también(a causa de la apreciación cambiaria) el costo de los prestamos en el exterior, lo que estimula la entrada de capitales y permitiría equilibrar el balance de pagos y sostener la liquidez del lado real de la economía, además de otorgar mayores fuentes de financiamiento a las empresas locales para realizar inversiones.

Quinto supuesto: Modelo Mundell-Fleming de tipo de cambio fijo
Este modelo supone que una economía abierta con un tipo de cambio fijo(y perfecta movilidad de capital) posee un mecanismo endógeno de ajuste para mantener la paridad cambiaria. Este mecanismo consiste en que cualquier contracción monetaria, eleva de la tasa de interés y la ubica por encima de la internacional lo que provoca el ingreso de capitales en la economía. Como consecuencia de esto el exceso de demanda de moneda local y el aumento en las reservas obliga a una expansión en la emisión de dinero para mantener el tipo de cambio, lo que reduce la tasa de interés hasta el punto en que se iguala con la internacional.
Del modelo Mundell-Fleming se deducen dos conclusiones:
* Una caída del producto, con su consiguiente disminución de la demanda de dinero para transacciones (y su efecto contractivo sobre la oferta monetaria), seria superada mediante el mecanismo endógeno de ajuste del modelo.
* La posibilidad de hacer política monetaria queda reducida por no decir nula, en la medida que lo único que debe hacer el banco central es emitir moneda para mantener el tipo de cambio a la paridad nominal vigente.

Sexto supuesto: Regla de currency board

En las fases de retracción de los flujos de capital, la función preventiva de la política monetaria opera a través del aumento de la tasa de interés por arriba del nivel determinado por la tasa de interés mas la prima de riesgo país. La tasa de interés domestica debe elevarse lo necesario para retener los capitales y evitar la caída del nivel de reservas.

Séptimo supuesto: inflation targeting

La política monetaria debe limitarse a un único objetivo antiinflacionario. Esto implica la absoluta independencia del banco central con respecto a la autoridad económica, meta que se logra en función de que se sostiene un tipo de cambio fijo o casi-fijo y la emisión monetaria por lo tanto, se subordina a la variación en la acumulación de reservas internacionales. De este modo la oferta monetaria se convierte en una variable exógena, es decir, que no puede ser controlada por la política económica.

2. Las experiencias en Argentina de políticas estabilizadoras basadas en el tipo de cambio como ancla nominal de precios


2.1. La pauta cambiaria o “tablita” (1978 – 1981)

2.1.1. Contexto internacional: durante la década del 70 se desarrolla la llamada “globalización financiera”. En términos generales, este proceso consistió en el aumento en el volumen y en la velocidad de las transacciones financieras a nivel mundial y principalmente entre las economías centrales. En términos generales se genera una gran masa de recursos líquidos, explicada en parte por el fuerte aumento del precio del petróleo, que origina un flujo de capitales hacia Latinoamérica que es mas grande del que los sistemas financieros de los países de la región podían absorber. En este marco el gobierno militar de Argentina, al igual que los gobiernos de Chile y Uruguay, adopta la estrategia de apertura al ingreso de capitales basada en la integración financiera. Esta estrategia implico que la desregulación financiera tuviera como prioridad la liberalización de la tasa de interés domestica y una apertura prácticamente irrestricta al ingreso de capitales en la economía con el objetivo de estabilizar antes que de lograr crecimiento del producto. Esto hizo que la tasa de interés domestica se elevara notablemente en relación a los niveles que mantenía anteriormente a la vez que se permitió la libre entrada y salida de capitales del resto del mundo.
2.1.2. En que consistió la pauta cambiaria: en diciembre de 1978 el gobierno militar dio a conocer la implementación del programa de pauta cambiaria, pero empezó a operar efectivamente en enero del siguiente año. El programa de pauta cambiaria o “tablita” implico la fijación del ritmo de devaluación del tipo de cambio nominal de manera progresiva y cada vez menor. Se establecieron así, pautas de las futuras devaluaciones del peso que deberían finalizar en el momento en el cual la moneda local alcance el tipo de cambio de equilibrio. Este momento, en el cual la devaluación seria igual a cero, llegaría en el momento en el que la tasa de inflación domestica se igualara con la internacional. Para que esta convergencia pudiera hacerse efectiva se estableció una reducción gradual de los aranceles de importación de manera que la producción local reduzca sus precios mediante la competencia con mercancías importadas.
2.1.3. La aplicación de la pauta cambiaria y sus efectos: la implementación de la pauta cambiaria no logro la ansiada convergencia entre los precios domésticos y los internacionales porque la brecha en la evolución de los precios de los bienes transables con respecto a la de los no transables (servicios, algunos bienes industriales, activos de la construcción, etc) no pudo reducirse. A fines de 1979 se hizo evidente que las medidas implementadas no estaban dando los resultados anunciados por la autoridad económica: la inflación prácticamente no cayo(paso del 176% anual, en 1978, al 160% anual durante el año siguiente). Sin embargo como se puede apreciar en el cuadro 1, la inflación comenzó a descender, levemente y sin evitar la acumulación de mayor atraso del tipo de cambio, en noviembre de 1979, cuando se estabilizo en cerca del 4,5% mensual. Por otra parte, durante el año se había acumulado un importante atraso cambiario lo que se evidencia en el saldo del balance comercial que paso de tener un superávit de 2500 millones, en 1978, a un déficit de la misma magnitud en 1980.
El progresivo retraso cambiario empezó a estimular la suposición de una modificación del cronograma de devaluaciones, introduciendo un factor de riesgo que crecía con la persistente apreciación de la moneda local. Este riesgo elevaba la tasa de interés, impidiendo la convergencia de la tasa de interés domestica con la internacional, lo que sumado a un contexto internacional de abundante liquidez, incentivo el ingreso de capitales en la economía contribuyendo a generar mayor inestabilidad ya que al retirarse estos, se llevarían mas divisas de las que habían ingresado debido a la ganancia obtenida en el periodo de colocación financiera.
2.1.3. Como funciono la pauta cambiaria: La implementación de “la tablita” estuvo acompañada de un favorable contexto internacional. Al ya mencionado marco externo de liquidez internacional debe sumársele el muy buen desempeño de las exportaciones debido a la colocación de productos agropecuarios en nuevos mercados(como la URSS) y al mejoramiento en los términos del intercambio. Por lo que el crecimiento de las exportaciones se baso en mayores cantidades y en mejores precios, situación que se prolonga hasta 1981.
Los días de “la tablita” y de la apreciación cambiaria estuvieron contados en el momento en que cambia el contexto internacional en 1980. En primer lugar, la nueva política económica impulsada por EEUU implico una fuerte alza en la tasa de interés, lo que modifico el funcionamiento de los mercados financieros mundiales. La consecuencia mas notable para los países en desarrollo fue que el acceso al crédito internacional no solo empezó a ser escaso sino que se encareció considerablemente. La importancia de los flujos internacionales de capital era crucial para Argentina debido al déficit comercial y al saldo negativo de la cuenta corriente, sobre esta ultima se hicieron mas pesados los pagos de intereses de la deuda publica acumulada, contraída con el resto del mundo, multiplicados por el alza de la tasa de interés internacional.
En segundo lugar, los términos del intercambio empiezan a desmejorar con el consiguiente perjuicio para la obtención de divisas indispensables para el sostenimiento de la paridad cambiaria vigente.
En tercer lugar, de acuerdo con Mario Rapoport, el detonante que hizo que la complicada situación financiera local se transformara en una verdadera crisis, fue la quiebra en marzo de 1980 del mayor banco local privado, el Banco de Intercambio Regional (BIR). Este hecho tuvo como consecuencia un fuerte drenaje de divisas debido a una fuga de capitales desencadenada por una suerte de “efecto manada” ante la evaluación del mercado de falta de solvencia de “la tablita”. Las reservas del gobierno descendieron en casi 2800 millones de dólares, a pesar de que el endeudamiento del sector público creció en casi 4500 millones. Frente a esta situación el gobierno militar no practico una modificación sustancial de su política económica. Las medidas adoptadas intentaron actuar sobre la coyuntura pero finalmente no hicieron mas que prolongar la agonía de un final anunciado: la salida del esquema cambiario vigente. En un primer momento se intento restablecer la tranquilidad a través de la garantía oficial plena de los depósitos, medida que según Rapoport antes que devolver la confianza contribuyo a desnudar la debilidad del sistema financiero local. Luego, para frenar el drenaje de divisas, se incremento la tasa de interés domestica profundizando aun mas el cuadro recesivo de la economía y dejando intactas las condiciones que dieron origen a la crisis. En abril de 1981, con Sigaut al frente del ministerio de economía, se devaluó la moneda en un 28% eliminando la tablita cambiaria.







Cuadro 1: Evolución del PBI y Tasas de Inflación (en tasas de variación anual).
2.2. La Convertibilidad (1991 – 2002)
2.2.1. Contexto internacional: A comienzos de la década del noventa el contexto financiero internacional cambia de manera favorable para los denominados países emergentes. Este hecho se refleja en la drástica caída de las tasas de interés internacionales a partir de 1989, lo que provoco un nuevo flujo de capitales hacia los países en desarrollo o emergentes y en particular hacia las economías de América Latina.
2.2.2. En que consistió la convertibilidad(diferencias con la pauta cambiaria): En abril de 1991 se pone en marcha el Plan de Convertibilidad con el objetivo central, una vez mas, de estabilizar la economía(en el sentido ortodoxo del termino) jaqueada por dos sucesos hiperinflacionarios en 1989 y en 1990. La convertibilidad fijó como paridad cambiaria 10000 australes por dólar en un primer momento y luego, al cambiar el signo monetario local, un peso por un dólar. De igual manera que su antecesora “tablita” la convertibilidad dispuso del tipo de cambio como ancla nominal de los precios, sin embargo la implementación de esta ultima fue diferente. En primer lugar se estableció una paridad cambiaria fija, lo que implico que no se programo ningún tipo de devaluación futura, razón por la cual se anularon las indexaciones, intentando evitar la traslación de la inflación pasada hacia el futuro.
En segundo lugar se adopto un régimen de caja de conversión, por lo que se prohibió la emisión de dinero no respaldado en un 100% por reservas de libre disponibilidad (oro, divisas, títulos de otros países y títulos nacionales emitidos en moneda extranjera). De este modo la política monetaria se volvió completamente pasiva y en este sentido también hay otra diferencia con la tablita ya que esta última no impedía tan estrictamente la expansión de la base monetaria sin respaldo, en la medida que suponía devaluaciones nominales progresivas.
En tercer lugar la apertura comercial fue aplicada de forma mas abrupta en la Convertibilidad, lo que se tradujo en una fuerte caída en el precio de los bienes transables (y por lo tanto en apreciación cambiaria) mientras que el precio de los bienes no transables subió considerablemente. A pesar de esto el plan de convertibilidad resulto mucho mas efectivo, que su predecesor, para controlar la inflación (datos que pueden observarse en el cuadro 2). La inflación del Índice de Precios Mayoristas (IPM) cayo de un 37,2% mensual en febrero de 1991, a menos del 1% mensual en los años siguientes siendo incluso negativo en algunos momentos. Esto se explica por el hecho de que el IPM esta compuesto de gran cantidad de bienes y servicios transables. El Índice de Precios al Consumidor (IPC), por su parte, creció en un 58,5% hasta 1994 año en que este índice converge con el IPM. Este fuerte crecimiento inicial del IPC se debe por que la composición de bienes y servicios del índice incluye una gran proporción de no transables.
Por ultimo, la convertibilidad (al igual que la tablita) requirió para su implementación de la apertura plena de la cuenta capital. Sin embargo la desregulación financiera, en la convertibilidad, llevo a una progresiva dolarización de las relaciones financieras internas lo que hizo mucho mas dramática y costosa el abandono del régimen de caja de conversión que de la pauta cambiaria.
2.1.3. Como funciono la convertibilidad: dentro del ya señalado contexto internacional financiero favorable, el gobierno menemista implemento junto a la convertibilidad un programa de privatizaciones y de apertura financiera. De este modo la economía capto una importante cantidad de divisas en el primer tramo de la década hasta 1994. Durante este periodo la estabilidad de precios se combino con altas tasas de crecimiento, explicadas por el crecimiento de la cantidad de dinero y de crédito al consumo, lo que conjugado con la caída de la tasa de interés local e internacional, impulso la expansión de la demanda agregada y del nivel de actividad. En esta fase del ciclo (entrada de capitales) la fragilidad externa de la economía aumento por un lado, por el incremento del déficit en cuenta corriente (que se explica por el saldo comercial desfavorable y por el pago de intereses de servicios financieros) y por otro, por el aumento en el stock de deuda. Además el desempeño macroeconómico se torno mas vulnerable en la medida en que los cambios en los estados de opinión (efecto “manada”) son capaces de alterar la disponibilidad de divisas.
De igual manera que con la pauta cambiaria, la suerte de la convertibilidad cambia al modificarse el contexto financiero internacional. En 1994 EEUU aumenta su tasa de interés afectando las condiciones de liquidez mundial y en particular a México, país que debió abandonar su política de tipo de cambio fijo. Para Argentina la situación era la misma que la de su par latinoamericano y todo parecía indicar que al igual que la tablita, la convertibilidad llegaba a su fin ya que los capitales empezaron a dejar la economía por lo que las divisas disminuyeron considerablemente y el tipo de cambio no se podría sostener en la paridad fijada. Sin embargo, la convertibilidad pudo sobrevivir gracias a los fondos suministrados por el FMI que permitieron cambiar rápidamente el estado de las expectativas (frenando el efecto “manada”) y frenar la declinación del nivel de actividad interna. A partir de este momento se inicia una nueva fase expansiva del producto (posibilitada, principalmente por el endeudamiento externo del sector publico) en donde se inicia la misma secuencia: aumento de la oferta monetaria, crecimiento del crédito y del consumo, expansión del nivel de actividad y de la demanda agregada, deterioro de la balanza comercial e incremento del déficit en cuenta corriente. Esta situación se sostiene hasta 1998, año en el cual los capitales privados dejan de ingresar en cantidades importantes para luego iniciar una nueva fase del ciclo (salida de capitales) que se acelera con mayor intensidad hasta 2001. El endeudamiento del sector publico continua incrementándose pero no basta para cubrir el drenaje de divisas ocasionado por la salida de capitales privados. No por casualidad los capitales dejan de fluir hacia Argentina en 1998. Es a partir de este año que se suceden tres crisis externas que debilitaron cada vez mas profundamente la posibilidad de sostener el régimen de caja de conversión. La primera de estas crisis fue la de los países del sudeste asiático a fines de 1997, que no pareció herir de muerte a la convertibilidad sino que mas bien, de acuerdo con Daniel Heymann, pudo haber inducido “conductas precautorias por parte de muchos agentes”*. La segunda de estas crisis, la de Rusia en agosto de 1998, inicia el ya mencionado éxodo de capitales de la economía. La tercera es la crisis brasilera en enero de 1999, cuyo impacto fue mas notorio no solo por afectar el lado monetario de la economía Argentina sino porque tuvo repercusiones en el lado real. Brasil, principal socio comercial de Argentina, no solo tenia su economía en un estado recesivo (con la consiguiente disminución de compra de productos locales) sino que la devaluación del real dejaba a la Argentina con menor competitividad. Desde fines de 1999 cambia la administración del ejecutivo nacional y no se muestra proclive a modificar el régimen de caja de conversión sino que por el contrario adopta medidas que contribuyen a agravar el contexto recesivo de la economía. El diagnostico oficial concebía la continuidad de la convertibilidad en la posibilidad de reducir el déficit fiscal para de este modo captar nuevos fondos para el sostenimiento de la paridad cambiaria. Pese a conseguir cierto financiamiento por parte de los organismos multilaterales de crédito, estos fondos no bastaron para cubrir el descenso de divisas que se acelero fuertemente en 2001 dando fin en 2002 a la convertibilidad.



*de: ”La Argentina de los noventa” CEPAL, Pág. 100
Cuadro 2: Evolución del PBI y Tasas de Inflación (en tasas de variación anual).


3. Consideraciones generales sobre las políticas estabilizadoras analizadas
3.1. Dependencia de la coyuntura internacional externa: Tanto la pauta cambiaria como la convertibilidad fueron lanzadas en favorables condiciones internacionales para el acceso al crédito externo. Ambas políticas cambiarias tuvieron como denominador común la fuerte vinculación entre el lado monetario y el real de la economía, lo que junto a la dependencia del flujo internacional de capital para sostener una paridad cambiaria atrasada, derivo en una fuerte inestabilidad macroeconómica que se refleja en las fluctuaciones del PBI en los periodos analizados. Por otra parte, la implementación de estas políticas se hizo de la mano (como condición para su aplicación) de la apertura irrestricta de la cuenta capital exponiendo a la economía a una situación de gran vulnerabilidad a los cambios en los estados de opinión del mercado cambiario. El hecho de que la convertibilidad haya subsistido por mas tiempo que la tablita se debió en parte a que la primera contó con un escenario internacional de liquidez que se prolongo por mas tiempo si bien, sin el financiamiento del FMI en 1995 el régimen de caja de conversión no hubiera durado mucho mas que lo que duro la pauta cambiaria.
3.2. Similares efectos sobre la economía real: la apreciación cambiaria tuvo efectos sobre la estructura interna de precios relativos esto es, las importaciones se abaratan (en moneda local) mientras que el poder adquisitivo de las exportaciones disminuye es decir, se pierde competitividad. En la convertibilidad y en la tablita se generaron similares situaciones de “boom importador” en donde se diversificaron y aumentaron las importaciones, incrementándose especialmente la compra de bienes suntuarios, en detrimento de la producción local. A pesar de que ambos periodos contaron con momentos de notable crecimiento de las exportaciones, esto no fue suficiente para cubrir el déficit comercial en los momentos expansivos del ciclo, lo que sin duda sugiere que el tipo de cambio estuvo atrasado. Los efectos en la estructura productiva interna fueron los de provocar una profunda reestructuración regresiva de la industria, esto es: disminución de la participación del producto industrial en el PBI, hecho que se refleja en la contracción del 12,4% del sector industrial durante la vigencia de la tablita y en un 6% en la convertibilidad.
3.3. Similares respuestas oficiales: ante la evidencia de que la paridad cambiaria era insostenible y se debía abandonar mas temprano que tarde el tipo de cambio fijo o cuasi fijo, los gobiernos de cada periodo recurrieron a la aplicación de medidas que no se propusieron alterar el esquema cambiario vigente sino mas bien superar la coyuntura adversa hasta reestablecer la calma y la confianza de los mercados. Este hecho adquirió mayor relevancia en los últimos tramos de la convertibilidad, donde el discurso oficial giraba en torno a reducir el déficit fiscal para comprar credibilidad y de este modo superar la recesión. La explicación de estas decisiones excede el campo estrictamente económico y sin duda se basa en cuestiones de política en el sentido de asumir los costos políticos de una devaluación o no.
3.4. Altos niveles de endeudamiento externo: en ambos periodos se incremento considerablemente el stock de deuda externa, tanto del sector privado como del público, para sostener la paridad cambiaria. Entre 1976, al inicio de la dictadura militar, la deuda externa argentina (publica y privada) creció desde algo más de u$s 7.800 millones a u$s 43.600 en 1983 mientras que entre 1989 y 2001 lo hizo de u$S 65.300 millones a unos u$s 150.000 millones. Lo que quiero destacar es que la implementación de tales políticas estabilizadoras requirió como condición necesaria (bajo la argumentación teórica señalada mas arriba) la apertura irrestricta de la economía domestica a los flujos de capital. Es obvio que los acelerados incrementos en el stock de deuda que se produjeron en los periodos analizados no pueden ser comprendidos completamente por la política cambiaria. Sin embargo es pertinente señalar que dado el mecanismo de funcionamiento de un tipo de cambio fijo o aun mas con régimen de caja de conversión, el sostenimiento de la paridad cambiaria contribuyo a profundizar el endeudamiento.



4. Conclusión

En base en todo lo analizado en el trabajo resulta evidente que sostener un tipo de cambio apreciado con una apertura comercial completa se hace insostenible, al menos en el largo plazo, por dos motivos. El primero de ellos es que la posibilidad de endeudarse tiene un límite y esto se traduce tanto para un hogar como para una economía nacional. El punto central a discutir, de acuerdo a las justificaciones teóricas que dieron sustento a la implementación de tales políticas, es si los supuestos teóricos pueden hacerse efectivos antes de que cambie la coyuntura externa y se corte el financiamiento. El segundo motivo es que el tipo de cambio debería reflejar o ser la muestra mas clara de la competitividad de una economía en relación al resto del mundo por lo que un sostenido déficit en la balanza comercial en una situación de incremento de las exportaciones, da una prueba clara de que el tipo de cambio en ambos periodos analizados, estuvo atrasado y que el retorno al “punto de equilibrio” iba a producirse en el corto o mediano plazo. En este sentido es que sostengo que la devaluación estuvo anunciada desde el inicio del régimen de tipo de cambio fijo o cuasi fijo con apertura comercial, debido a su propia lógica de funcionamiento fuertemente dependiente de los movimientos financieros internacionales.
No me propuse cuestionar la efectividad de estas políticas para reducir la inflación o si es viable o no aplicarlas y en que contexto, ya que cualquier paladín de la convertibilidad podría argumentar, tal vez hasta con cierta razón, que luego de dos crisis hiperinflacionarias no había mejor solución que el anclaje nominal de los precios. Sin embargo, lo cierto es que es muy discutible la posibilidad de sostener tal política en el largo plazo. Parecería que para los gurues del enfoque monetario del balance de pagos la posibilidad de crisis financiera es poco cierta por no decir improbable, sino es así resulta difícil comprender las justificaciones teóricas para la implementación de tales políticas estabilizadoras.



Bibliografía de referencia:

Canitrot, A.(1980): “La disciplina como objetivo de la política económica. Un ensayo sobre el programa económico del gobierno argentino desde 1976”. En Desarrollo Económico Vol. 19, Nº 76

Rapoport, M: “Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000)” Ediciones Macchi

Damill, M.; Frenkel, R y Maurizio, R.: “Políticas macroeconómicas y vulnerabilidad social. La argentina en los años noventa”. En CEPAL, Santiago de Chile, julio de 2003

Heymann, D. y Kosacoff, B (ed.): “Desempeño económico en un contexto de reformas”. CEPAL, Buenos Aires, 2000

Dornbusch R. y Fischer S.: “Macroeconomía”, Sexta edición, Madrid: McGraw Hill, 1994

Krugman, P. y Mauricie, O.: “Economía Internacional (teoría y política)”, Segunda edición, Madrid: McGraw Hill 1994

sábado, 16 de junio de 2007

Ensayo sobre el estado

Ensayo escrito a finales del 2006 para la materia "Fundamentos de Teoría Política"

Introducción

¿Cuál es el fundamento político del estado moderno? ¿Cuál es la función que tiene? Para aproximar una respuesta a estos interrogantes, el siguiente ensayo intenta abordar cuál es la concepción del estado moderno que hay en distintos autores modernos del pensamiento político. No pretendo ser exhaustivo en el análisis y en la exposición del planteo de los autores; más bien intentaré mostrar cómo se conecta, en cada autor, la concepción de estado (su “ser”) con lo que se pide de él en términos políticos (su “deber ser”). A tal fin, presentaré en primer lugar las visiones de Hobbes, Locke y Rousseau agrupadas bajo el rótulo de “contractualismo”; luego el planteo de Hegel y, por último, la mirada marxista del estado.


El estado como producto de un contrato o el estado contractualista

Una primera explicación, en torno a cómo surge el estado moderno, es la que sostiene que éste nace a través de un contrato. Al igual que en toda relación contractual, la explicación contractualista del estado, supone que las partes contratantes que dan vida al estado (los hombres) son libres, iguales e independientes entre sí. El contrato queda así definido a partir de un acuerdo mutuo entre voluntades libres (en el sentido de que no mantienen con quien pactan ninguna relación de esclavitud o servidumbre) que acuerdan el establecimiento del contrato. En la visión contractualista, que se presenta a continuación, esta “libertad humana” es naturalizada y ahistorizada es decir, es concebida como intrínseca al hombre o, lo que es lo mismo, como constitutiva de su propia naturaleza. De este modo, es como los contractualistas pueden plantear la vida del hombre en un estadio anterior, previo a la conformación del estado, denominado “estado natural” o “estado de naturaleza”, donde los individuos son libres, para hacer lo que deseen; iguales, ante una misma “ley natural”, “mandato natural” o simplemente “virtud natural” e independientes entre sí es decir, no hay, entre los hombres que pactan, relaciones de esclavitud o servidumbre. En un momento determinado estos individuos libres, iguales e independientes entre sí deciden, de manera voluntaria, dar vida al estado por medio del contrato. Ahora bien, ¿por qué se verían obligados los hombres a renunciar a su “libertad natural” para formar el estado? Aquí es donde aparecen las diferencias en los enfoques contractualistas del estado moderno. En primer término tenemos a Hobbes, quien plantea que lo que impulsa a los hombres a pactar, y crear el estado, es la necesidad, por parte de estos, de tener paz y de conservar la vida. El estado natural hobbesiano es susceptible de derivar pronto en el “estado de guerra” debido a que no existe un poder instituido (y exterior al individuo) que establezca la ley, delimite la propiedad y ejecute la justicia. Ocurre, en la visión de Hobbes que, como todos los hombres son iguales, todos quieren lo mismo al mismo tiempo y, al no haber una autoridad capaz de fijar a quien pertenece cada cosa ni tampoco de mediar los conflictos, pueden pelearse indefinidamente entre sí por conseguirlo y (en caso de obtenerlo) por conservarlo o, mejor dicho, por detentar la “exclusividad” de la cosa obtenida. Así, en el estado natural hobbesiano, el orden no está garantizado por lo que las disputas entre los individuos pueden (fácilmente) expandirse (espacial y temporalmente) produciendo un “estado de guerra” que impida, o haga difícil, la conservación de la vida. La solución al “estado de guerra”, que los hombres tienen a mano, para alcanzar la paz y proteger sus vidas es la de pactar para formar el estado (o “Leviatán”). La condición que impone tal acuerdo es la renuncia de todos los derechos (menos el de la propia vida), que tenían los hombres en el estado natural, para cederlos a una autoridad central, suprema y absoluta capaz de garantizar el orden y, por esa vía, la paz y la vida.
En segundo término tenemos a Locke, quien considera que el pasaje del “estado natural” al estado, no es tan directo como en el caso anterior. El estado de naturaleza lockeano, a diferencia del hobbesiano, es inherentemente pacífico y el individuo que lo habita es, por consiguiente, pacífico también o, en otros términos, mas racional y menos pasional (de lo que supone Hobbes). Esta cuestión no es menor ya que, como se verá mas adelante, tiene repercusión sobre el tipo de estado y lo que este puede y debe hacer (su “deber ser”) en el que piensa cada uno de ellos. Volviendo a Locke, en el estado natural, los hombres se guían bajo una “ley natural” que indica a estos la autoconservación de la especie. A este fin, el hombre dispone de la propiedad la cual, en el sentido amplio del término (tal como la define el autor), designa vida, propiedad y bienes. En el planteo de Locke, los hombres no sólo pueden optar entre acatar o no la “ley natural” (ya que disponen de libre albedrío) sino además, interpretarla de acuerdo a sus propias creencias o conveniencias es decir, de una manera “subjetiva”. Así como hay muchos individuos que viven tranquilamente y cumpliendo con el mandato natural; hay otros pocos que eligen no cumplirlo y dañan la propiedad de los otros: atentan contra su vida, roban sus bienes o intentan quitar su libertad. Quienes resultan agraviados pueden (y deben) hacer respetar la “ley natural” sancionando, a quienes no la cumplen, mediante un castigo o un ajusticiamiento. Sin embargo, el castigo o ajusticiamiento, por propia mano, puede resultar excesivo o desproporcionado debido a la interpretación subjetiva de la “ley natural”. Tal situación, puede dar origen a una respuesta por parte de los “castigados”, por el uso excesivo de la fuerza por parte de los “castigadores”, que resulte en una nueva agresión. Así, en el razonamiento de Locke, el estado de naturaleza puede desembocar en una suerte de espiral o escalada de violencia que culmine en el “estado de guerra” tan temido por Hobbes. Para evitar la llegada de tal escenario, se configura el estado cuyo fin último es el de preservar la propiedad de los hombres. La interpretación “subjetiva” de la “ley natural”, propia del “estado natural”, es reemplazada así por una interpretación “objetiva” por parte del estado que emana de la facultad de este para, por un lado, crear leyes (poder legislativo) y, por otro lado, hacerlas cumplir (poder ejecutivo). No obstante, en este contrato que da origen al estado, siguiendo la exposición de Locke, lo que los hombres ganan en seguridad y tranquilidad (preservación de la propiedad y no sólo de la vida como en Hobbes) lo resignan (al igual que el planteo de hobbesiano) en “libertad natural”.
Una tercera perspectiva contractualista, que nos explica el origen (o el “ser”) del estado moderno, es la que aporta Rousseau. Este pensador, al igual que los dos mencionados mas arriba, sostiene que el hombre es por naturaleza libre, independiente e igual a los demás. La diferencia fundamental, introducida por Rousseau, es la de que no hay necesidad de que el hombre se asocie voluntariamente con otros para pactar y conformar el estado. En la visión rousseauniana del estado, éste no viene a solucionar ningún inconveniente del “estado natural” o a evitar el “estado de guerra” sino que, mas bien, surge como una consecuencia fortuita o casual (no planeada). En otras palabras: el estado, para Rousseau, nace de manera contingente y no hay ningún elemento, en el estado natural, que permita dar cuenta de su necesidad histórica o social. El hombre del “estado de naturaleza”, en el planteo de Rousseau, actúa, no a partir de alguna ley o mandato natural o divino sino, guiado por la única virtud que posee (en el “estado natural”) que es la piedad y que sirve a la conservación de la especie. No hay así en Rousseau (como sí en Hobbes o en Locke) una racionalidad humana en el “estado natural” que de origen, por medio del contrato, al estado moderno. El advenimiento del estado, en la perspectiva de Rousseau, no sólo quita “libertad natural” al hombre sino que además (y a diferencia de Hobbes y Locke) no ofrece al individuo nada a cambio, como podría ser la preservación de la vida, la garantía de la paz o el resguardo de la propiedad. Por el contrario, Rousseau concibe al estado moderno como la principal fuente de las desigualdades y las injusticias sociales. La solución a tal situación (y sobre esto volveré mas adelante) reside en un pacto o “contrato social” que de a los hombres un nuevo estado que devuelva y asegure la “libertad natural” perdida en el devenir de la civilización.
En la cuestión del “deber ser” del estado moderno es donde aparece la mayor diferencia entre los tres autores; diferencia que emerge del fin para el cual conciben que fuera creado el estado y de la concepción de hombre en “estado natural” que tienen. Hobbes nos dice que el estado debe ser el aval y el guardián de la paz y la vida y (lo que es prácticamente lo mismo) evitar el “estado de guerra” o, más directamente, la guerra civil a la cual se llega en definitiva, por el desenfreno de las pasiones humanas. Para que esto sea posible el estado hobbesiano se erige como un poder soberano, irrevocable, absoluto e indivisible que tiene, a su cargo, la tarea de ser, por así decirlo, el “gran decididor político” en torno a que es lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo y hasta, inclusive, en que pueden creer y en que no los hombres. El medio del cual dispone el estado (aunque no el único), para llevar a cabo su tarea es el establecimiento de las leyes civiles y el ejercicio del poder coercitivo, para garantizar su cumplimiento. De este modo, el estado se muestra y actúa como un poder absoluto, irrefrenable e incuestionable que, en representación de la voluntad de los contratantes o pactantes, debe garantizar la vida y la paz. La consecución de estos fines, siguiendo el enfoque de Hobbes, justifica cualquier medio ya que el estado puede gobernar tanto por las leyes como por su propia voluntad; el estado debe frenar la llegada del “estado de guerra” con el respeto de las leyes o (en caso de ser necesario) por encima de estas.
En Locke el estado debe preservar la propiedad por medio del establecimiento de la ley y la aplicación de sanciones por su incumplimiento. El estado se impone así como un juez, cuyo poder principal reside el órgano “creador” de leyes (parlamento), que debe establecer cual es el castigo que corresponde a las diferentes controversias y conflictos entre los hombres. Este poder (a diferencia de Hobbes) tiene límites. Recordémoslo: el hombre de naturaleza lockeano es un ser racional y pacífico por lo que, en consecuencia, necesita un poder soberano acorde a lo que él es: un estado con límites claros y precisos, de manera tal que no actúe en contra de la propiedad. El límite último, para el poder del estado, es la confianza que deposita en él el pueblo ya que este, de acuerdo a Locke, tiene derecho a resistir en caso de que quienes representan al estado se rebelen. Tal situación se produce cuando los representantes del pueblo en el poder del estado o, mas bien el gobierno, se excede en las funciones que le competen y, por ejemplo, atenta (con sus acciones u omisiones) contra la vida, los bienes o la libertad de los individuos. Si esto llegara a ocurrir, los ciudadanos del estado tienen derecho a sustituir un gobierno por otro es decir, reencauzar al estado para que vuelva a su origen y su fin: la preservación de la propiedad.
Rousseau sin dudas ofrece la propuesta más audaz o, si se quiere, más “a la izquierda” dentro de la breve y escueta presentación (e interpretación) del contractualismo que he expuesto. Básicamente, en el planteo de Rousseau, el hombre y el estado, tal cual como los conocemos, no responden a ninguna necesidad sino que, por el contrario son el producto de la pura contingencia, del propio devenir de la historia. Razón por la cual, no cuentan con ninguna legitimidad de origen. Esto lleva a pensar que el estado actual de las cosas en la modernidad (con sus injusticias y desigualdades sociales) no sólo puede sino además, debe cambiarse. La forma de avanzar en tal cambio político es, según Rousseau, que todos los hombres pacten y den vida así, a un estado que permita fijar las condiciones (a través de las leyes) que aseguren la “libertad natural”, perdida con la modernidad y la civilización, y (en consecuencia) la felicidad para los hombres.




El estado como el espíritu objetivo o la concepción hegeliana del estado

Una segunda explicación, sobre la naturaleza del estado moderno, la podemos hallar en el desarrollo teórico de Hegel. En este pensador encontramos una concepción del estado bastante distinta a la de los autores comentados anteriormente. Por empezar, el estado hegeliano no surge por medio del acuerdo entre particulares (contrato o pacto) sino como la realización de la universalidad o la realidad de la idea ética. El estado moderno, en Hegel, representa lo universal de la sociedad concretizado y, por tanto, la superación dialéctica de lo particular (individuo o familia) y lo universal (sociedad civil). Por otra parte, Hegel no ve en el surgimiento del estado moderno una restricción o disminución de la “libertad natural” de los individuos (como se desprende del planteo contractualista). Por el contrario, el estado moderno hegeliano no ahoga al individuo, ya que no es el universal abstracto, sino que éste se realiza, alcanza toda su potencialidad individual en él. El estado hegeliano, en tanto universal concreto, sirve entonces como ámbito para la plena realización o actualidad (en el sentido de hacerse acto) de la libertad universal humana. Vemos aquí una similitud con el planteo de Rosseau: la libertad humana no se ve reducida por el estado; mas bien, la libertad del hombre puede ser alcanzada dentro de él y sólo dentro de él. Esto es históricamente posible, en Hegel, en la medida en que el estado moderno es la superación de formas de estado precedentes (la oriental y la griega).

En Hegel la libertad del hombre no se piensa fuera del estado. Por este motivo, el estado debe servir de ámbito para que el particular (libertad subjetiva o individual) se despliegue como momento del universal (libertad objetiva). Así, la voluntad del estado no resulta algo que se impone externamente por sobre las voluntades individuales de los hombres; antes que eso, la voluntad objetiva del estado es el producto de la intersubjetividad o del mutuo reconocimiento pleno de la totalidad de los sujetos que lo componen. En síntesis: el estado moderno hegeliano (o “estado ético”) es y debe ser el espacio o el momento para el desarrollo acabado de la libertad humana. Dicho en otros términos: el estado moderno tiene como fin el despliegue de la “libertad universal” de los hombres.


¿El estado burgués o el estado capitalista?

Una primera visión del estado moderno, desde el enfoque marxista, es la que lo concibe, no como el “universal concreto” del planteo hegeliano, sino como el particular en la medida que representa los intereses de una parte de la sociedad (clase burguesa o capitalista) y no del conjunto de esta. Por consiguiente, el estado moderno es el representante político de la clase social propietaria de los medios de producción que garantiza a esta la conservación de su propiedad mediante el aparato coercitivo del estado. Este se presenta siempre como el “universal” es decir, como el representante de los intereses de la sociedad toda pero en realidad, desde el punto de vista marxista, oculta que representa los intereses de la clase propietaria que asegura y legitima, por esa vía, su dominación política. Sin embargo, esto no implica (o al menos, no en la Europa de mediados del siglo XIX que miraba Marx) que la burguesía detente el poder político del estado de manera directa; puede ocurrir (como de hecho ocurre en Francia en ese momento) que la clase capitalista deba ceder el ejercicio del poder del estado (gobierno) a una figura monárquica. Lo importante en definitiva, es que el estado marxista supone que se mantiene la dominación de una clase sobre otra sobre la base de la propiedad privada de los medios de producción y, por esta vía, de la apropiación del producto del trabajo ajeno impago (o plusvalía) de la clase no propietaria que vive de la venta de su fuerza de trabajo (proletariado o clase obrera). Esta dominación de clase, se produce y reproduce combinando, en términos gramscianos, la fuerza y el consenso (hegemonía). Se puede apreciar aquí, un punto de similitud con Rousseau en el sentido de que, al igual que éste, en la perspectiva marxista el estado moderno o burgués no tiene legitimidad alguna y, por tanto, puede y debe ser superado.
El estado burgués y, en términos mas generales, la sociedad burguesa, encierran las condiciones materiales concretas para su superación. En los intereses del proletariado se encuentran los intereses universales en la medida en que, de acuerdo a Marx y Engels, la emancipación social de éste significa la emancipación de la sociedad en su conjunto. Para el logro de tal objetivo, los proletarios deben, por medio de la vía revolucionaria, tomar el poder del estado para abolir la propiedad privada de los medios de producción (es decir socializarlos) para de este modo, terminar con la sociedad de clases. Una vez llegada esta instancia el estado desaparece porque no tiene razón de ser, ya no debe cumplir el fin para el cual surge históricamente: producir y reproducir la dominación de una clase sobre otra.

Una segunda forma de entender el estado marxista o de interpretar la concepción marxista del estado, es la de ver en el estado moderno, no al representante político de una u otra clase sino, y desde una perspectiva mas materialista, al representante político del capital total de la sociedad. Esto supone pensar que el estado moderno fija y establece las condiciones políticas generales que garantizan la acumulación de capital o, en palabras de Engels, se ocupa de “defender las condiciones exteriores generales del modo de producción capitalista” . Desde este punto de vista, el estado se presenta como algo exterior tanto a la clase obrera como también, aunque quizás no del mismo modo, a la clase capitalista. Esto es: el estado se presenta como una forma de voluntad exterior y objetiva al capitalista individual y al obrero individual, así como también a la clase capitalista y a la clase obrera, cuyo contenido consiste en asegurar que la acumulación de capital no se detenga. El garantizar las condiciones políticas para la acumulación de capital, lleva a que muchas veces el estado, se presente también con una “neutralidad” u “objetividad” en la contradicción u antagonismo entre la clase propietaria y la no propietaria.
El estado capitalista no es la forma última o el “universal” en la expansión de las fuerzas productivas sociales. Por el contrario, pertenece a las relaciones sociales de producción que corresponden a una etapa histórica, a un momento en el grado de desarrollo de tales fuerzas productivas sociales. La superación del estado capitalista (y en términos más generales, del modo de producción capitalista) trae consigo la organización consciente del trabajo social es decir, del trabajo humano libremente asociado (socialismo o comunismo) y, por consiguiente, no mediado por la producción mercantil. Esto implica, como condición necesaria, no sólo superar la explotación del hombre por el hombre, cuya forma política es la dominación social de una clase sobre otra, sino además (como condición suficiente) la superación del trabajo humano alienado en el capital.


A modo de conclusión

¿Cuál es la verdadera concepción del ser y el deber ser del estado moderno? O mejor dicho, ¿cuál es la concepción teórica que mejor nos explica la naturaleza del estado moderno y su función histórico-social? La respuesta a esta pregunta no es, a mi parecer, una cuestión menor debido a que requiere adoptar un posicionamiento no solamente en el plano teórico y conceptual (o del ser), sino también en el plano político. Con esto quiero señalar que de acuerdo a la concepción de estado que tengamos, resultará lo que demandemos de él, a la hora de pensar nuestra acción política concreta.


Bibliografía


• Borón, A. (compilador). La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx. Buenos Aires: CLACSO, 2003

• Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico en “Obras Escogidas tomo VII”. Buenos Aires: Editorial Ciencias del Hombre, 1973

• Gramsci, A. Notas sobre Maquiavelo sobre la política y sobre el estado moderno. Buenos Aires: Nueva Visión, 2001

• Hegel, G. W. F. Fundamentos de la filosofía del derecho. Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte

• Hobbes, T. Leviatán. Mexico: Fondo de Cultura Económica

• Locke, J. Segundo tratado sobre el gobierno civil. Argentina: Ediciones Libertador, 2004

• Marx, K. Las luchas de clases en Francia, de 1848 a 1850. Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2005

• Rousseau, J. J. Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres. Argentina: Ediciones Libertador, 2006

• Rousseau, J. J. El contrato social. México: Editores unidos mexicanos, 1992