domingo, 11 de mayo de 2008

La emancipación intelectual y la acción política

Sin lugar a dudas el planteo de Ranciere en su libro “El maestro ignorante”i y la propuesta de Jacotot que allí se expone, presenta todo un desafío a quienes aspiramos a formar parte de ese acto político que es la educación. El desafío frente al cual nos pone el método de Jacotot es grande en la medida en que invita a subvertir la relación de saber-poder en la acción política cotidiana e individual: la del trabajo áulico. Hablar de desafío implica también poner en tela de juicio el modo en el que fuimos (y somos) formados esto es, de acuerdo a Ranciere, en una relación de subordinación intelectual creyéndonos con una inteligencia inferior y por lo tanto, desigual a la de quien enseña. Siguiendo a Ranciere podemos decir que buena parte de nuestra educación (por no decir toda) se despliega en una relación de “atontamiento” dentro de la que “se permite al maestro transmitir sus conocimientos adaptándolos a las capacidades intelectuales del alumno”ii. Esto muestra la relación de poder que encubre el atontamiento: una inteligencia “superior” intenta, a través de la explicación, la transmisión del saber a otra inteligencia “inferior” para que esta logre alcanzar a la primera. Claramente, nos dice Ranciere, esta lógica ordena el pensamiento pedagógico desde su vertiente tradicional hasta incluso progresista al concebir la igualdad de las inteligencias como un punto de llegada, un objetivo a alcanzar. De este modo el reto que debemos asumir, según el método de Jacotot, es el de convertirnos en emancipadores lo que supone obligar al otro “a usar su propia inteligencia. ” Para esto resulta necesario que el otro a quien pretendemos enseñar se apropie de un lenguaje y que pueda acercarse a una verdad que, en Ranciere, no es absoluta ni esta completa sino que presenta modos(órbitas) de acercarse a ella. El desafío que el método de Jacotot, expuesto por Ranciere, nos abre es (de nuevo) grande al empujarnos a considerar la igualdad de las inteligencias no como un fin sino como un medio (un supuesto) para enfocar la pedagogía en general y el trabajo docente en particular. Esto implica definir la acción política en términos individuales, locales, al nivel de la “microfísica del poder” (Foucault: 1992). Cabe preguntarse entonces acerca de cuales son los límites de nuestra acción política. Para ser más precisos ¿alcanza con la emancipación intelectual para lograr una transformación social? ¿Podemos pensar la acción política solo en términos individuales?
Ranciere sostiene “no hay ley de transmisión entre la emancipación individual y las formas de emancipación colectiva.”iv Esto puede ser razonado en función de que habrían dos niveles o dos campos de acción: el individual y el colectivo, lo que nos permite pensar ¿hasta que punto pueden ser separados? O mas bien ¿hay un límite claro y preciso entre lo que Ranciere llama “emancipación individual” y las “formas de emancipación colectiva”? No es el propósito de este escrito dar respuestas a estas preguntas que lejos están de tener soluciones univocas. El riesgo reside en plantearnos la acción política solo en los términos individuales postulados por Ranciere y de este modo, dar la espalda o renunciar a la “emancipación colectiva” por citar al autor o a lo que aquí llamamos transformación de la sociedad.
En segundo lugar, el desafío ante el cual nos enfrenta el método de Jacotot es, como ya se dijo, grande pero en tanto sujetos capaces y concientes de (o de aspirar a) transformar la sociedad no podemos conformarnos con esto únicamente. En este sentido, sigue siendo válida la propuesta de Jacotot entendida como proponernos generar las condiciones para que las inteligencias puedan verse como iguales, si a esto le podemos sumar la mirada critica, desmitificadora y desnaturalizadota del orden social vigente. En Ranciere encontramos “sin duda los emancipados son respetuosos con el orden social”v a lo cual respondemos: el “respeto” debe sustituirse por cuestionamiento o critica conciente si es que pensamos en la acción política (sea individual o colectiva) como transformadora de la sociedad.







i Ranciere J. : “El maestro ignorante”
ii Ibídem p. 16
Ibídem p. 25
iv Ranciere J. : “La actualidad de El maestro ignorante, entrevista con Jacques Ranciere”, Vermeren P.,
Laurence C. y Benvenuto A., Cuaderno de pedagogía Rosario, año IV nº 11(noviembre de 2003)
v Ranciere J. : “El maestro ignorante” p. 136

Acerca de la diversidad cultural

La diversidad cultural no puede ser simplemente “respetada” o “tolerada” como aparece en el discurso multiculturalista reciente. En primer lugar y de acuerdo a lo planteado por Tadeu da Silva , la diversidad cultural no puede ser separada de las relaciones de poder las cuales, a su vez, son luchas por la significación. En el análisis de Tadeu da Silva un grupo o sector dominante de la sociedad convierte sus significados particulares en los universales, en los que constituyen “la cultura”. Todo lo opuesto a estos valores o lo que aparezca como diferente adquiere la significación, el sentido de ser el “otro” en función de una hegemonía y legitimidad detentada por el grupo o sector dominante.
En segundo lugar, plantear la cuestión de la diversidad cultural en términos de respeto o tolerancia supone entender a las culturas como entidades cerradas, acabadas, inmutables e incapaces de mezclarse con otras. En la línea de lo que sostienen Duschastzky y Skliar vemos que “las culturas no son esencias, identidades cerradas que permanecen a través del tiempo sino que son lugares de sentido y de control que pueden alterarse y ampliarse en su interacción.” El multiculturalismo, sostienen los autores, levanta reivindicaciones de derechos plurales con lo cual suponen la inconmensurabilidad de las culturas. De este modo, el multiculturalismo se convierte en un discurso conservador, en la medida en que se encubre una ideología de asimilación de las otras culturales en la cultura dominante bajo las consignas de tolerancia y respeto.
En tercer lugar, Duschastzky y Skliar señalan que concebir la diversidad cultural apelando al respeto y a la tolerancia implica un enmascaramiento de las desigualdades y el no cuestionamiento de las relaciones de poder que subyacen pero principalmente “nos exime tomar posiciones y responsabilizarnos por ellas” afirman los autores. Con referencia a esto y a lo expuesto mas arriba, entendemos que la diversidad cultural no debe enfocarse desde el respeto y la tolerancia sino que, desde la perspectiva de lo que Tadeu da Silva denomina “multiculturalismo critico”, debe ser cuestionada y analizada críticamente.

Tadeu da Silva T. : “O currículo como fetiche” , Autentica(1999)
Duschastzky S. y Skliar C.: “La diversidad bajo sospecha” en Cuaderno de Pedagogía Rosario, Año IV, Nº 7, junio de 2000, p. 49
Ibídem